¿El político que ya es rico no robará como funcionario o robará más?
Son pocos, uno o dos, los que dicen que como Javier Gándara ya es riquísimo, no robará si llega a gobernador pues no tiene necesidad, lo que obligaría a aceptar una injusticia: que quienes no son ricos son ladrones. Para no forjar razonamientos en las nubes, examinemos la experiencia histórica de Sonora.
El gobernador más rico que hemos tenido fue el general Abelardo L. Rodríguez. Ya había fundado centenares de empresas de diferentes ramos y dimensiones cuando vino al estado en 1943. Y no se llevó de aquí nada que no le perteneciera; al contrario, de su bolsa se construyó la mitad de la Biblioteca y Museo, el Asilo de Ancianos al que indebidamente le quitaron el nombre de Aída S. de Rodríguez y varios estadios deportivos. Creó también la Fundación Esposos Rodríguez que lleva 70 años entregando becas para estudiantes.
Hijo de un hogar de clase media fue el licenciado Luis Encinas (1961-1967) y de un hogar de más modestos recursos, el doctor Samuel Ocaña García (1979-regis1985), y nadie puede arrebatarles el título de gobernadores honestos.
En cambio Carlos Armando Biébrich (1973-1975), que tampoco era de familia rica, clavó las garras en el patrimonio y el presupuesto del Estado. Algo similar se puede decir del actual gobernador, o peor, porque la gubernatura lo salvó de la ruina.
La cuantía de la fortuna de cada gobernador no lo hace prototipo de rectitud o ejemplo de delincuente. Son otros factores los que habría que analizar: tal vez la inclinación a la sinvergüenzada es innata o heredada. Lo que está claro es que en el caso de Javier Gándara no es difícil adivinar qué le pasaría a Sonora con él de gobernador, pues el peculado, el fraude y otros delitos de que se le acusa como alcalde de Hermosillo son suficientes para rechazarlo como candidato.
CANDIDATOS CON TRIPLE EMPATE A CERO
El deber del periodista es duro a veces, pero hay que armarse de valor y cumplirlo. Alentados por ese espíritu de sacrificio, escuchamos ayer por la tarde la comparecencia en la Universidad del candidato de Morena, Javier Lamarque, que empleó la mitad de su tiempo en hablar de asuntos ajenos al tema del diálogo convocado: educación, cultura, ciencia y tecnología.
Comenzó por exhibir su ignorancia en materia electoral. Se quejó de inequidad por el monto de los recursos y el número de spots que reciben el PRI y el PAN, en relación a los de Morena. La ley no faculta a las autoridades para poner al nivel de esos antiguos partidos nacionales a uno que fue registrado hace sólo unos meses.
Su ignorancia se extendió hasta el tema medular. No sabe nada de nada, y los que plantearon preguntas gozaron al pedirle propuestas específicas sobre tecnología y cultura. El señor Lamarque hablaba sin ton ni son, repitiendo su muletilla docenas de veces: “Por supuesto”. Su gran propósito es apoyar a la Universidad con el presupuesto que solicite “para que contrate lo que haga falta”.
Cuando sea gobernador (¿cuándo será eso?) se someterá a una evaluación anual, y si la gente no lo aprueba, que le revoque el mandato. Para ahorrar tiempo, propongo que se le revoque la candidatura.
La competencia entre los candidatos que están en cero en las encuestas debió haber comenzado por la mañana con el del PT, Jaime Moreno, pero por alguna razón no explicada se pasó para hoy por la tarde, mientras que por la mañana, a las 9, tendrá su oportunidad el señor Baldenebro, amigo de los gatos.
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