Así, cada noche de béisbol es una emoción diferente. Si gana nuestro equipo, todos felices y qué bueno es el manager y qué grandes peloteros contratamos.
Pero si pierde, la noche se vuelve amarga y al otro día todo mundo anda de mal humos. Claro, el culpable es el manager, el pitcher, el bateador improductivo, o por qúe no, el umpire que con una mala decisión hundió al equipo.
De cualquier manera, la emoción está presente y más aún si los Yaquis tienen una campaña similar a la de los años recientes, en los que aún sin ganar el título han sido protagonistas y en dos ocasiones han llegado a la serie campeonil.
Por supuesto que lo que todos queremos es el campeonato. Después de 26 años del último banderín que conquistó la tribu, dirigida entonces por Lee Sigman, el gringo que se quedó entre nosotros, y con aquel histórico triple de Francisco Márquez y el pitcheo de Eleno Cuen, en una noche inolvidable que esperamos se repita este año.
En el aspecto meramente deportivo, los Yaquis presentan este año un equipo balanceado; las contrataciones extranjeras parecen una garantía de buen rendimiento, pero en esto no hay nada escrito hasta que los jugadores saltan al terreno de juego.
Veremos si son capaces de cumplir todo lo que prometieron a la hora de firmar el contrato.
En fin, sólo faltan unas cuantas horas para que el “Tomás Oroz Gaytán” se desborde de júbilo con los gritos de más de 12 mil aficionados que desde hace varios días hacen cola en las taquillas del estadio para comprar los boletos.
Allá nos vemos.
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