El pensamiento de Iván Ilich tuvo el defecto de ser anarquista y radical. Pero cuenta, indudablemente, con una enorme dosis de objetividad y una mirada descarnada sobre el sistema escolar actual.
Muchas de sus ideas pueden ser reinterpretadas. Muchas otras deben ser profundamente analizadas para no caer en la tentación de acusarlo de hereje.
Por ejemplo, su propuesta de desescolarización es interesante en tanto que habla de tejer una superestructura cultural que permita al individuo aprender permanentemente y no sólo desde el aula (¿no es esto en esencia, lo que hace Finlandia con su trilogía educativa que incluye a la escuela, los centros culturales y la familia para beneficio permanente del niño?).
Ilich explica: “La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación -y asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio establecidas”.
Ilich considera que la sistematización de la labor educativa ha creado masas de seres que sirven preferentemente a una ciega obediencia y al aparato comercial y mercantilista de la sociedad consumista.