Como si la experiencia ajena no fuera buena enseñanza, el presidente mexicano Felipe Calderón Hinojosa aprovechó su participación en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, para criticar la política económica de países latinoamericanos como Venezuela y Bolivia.
De esta manera Calderón cayó en el mismo error de su antecesor, Vicente Fox Quezada, quien aprovechó una reunión continental en Mar del Plata, Argentina, para cuestionar a los regímenes sudamericanos que no aprobaron el libre comercio sin restricciones con Estados Unidos.
Al igual que Fox en el bello balneario argentino, Calderón se propuso en Davos como el adalid de la economía de libre mercado, mejor conocida como el neoliberalismo contemporáneo..
Pero su afán de protagonismo lo llevó a profundizar las diferencias con los gobiernos de Evo Morales y Hugo Chávez, principalmente, pues más cerca de éstos que del presidente mexicano se encuentran Lula, Bachelet y Kirchner.
Para no parecer tan rijoso como Fox, Felipe Calderón elogió la política social del presidente conservador de Colombia y las privatizaciones del mandatario izquierdista de Chile, citándolos como un argumento de que se puede mediar entre los polos opuestos de la política económica contemporánea..
Y sin mencionar nombres, pero en referencia por demás obvia a Hugo Chávez y Evo Morales, alzó la voz para descalificar a los regímenes que planean su desarrollo a partir de privatizaciones y una participación más activa del estado en la economía.
De esta manera Calderón, que apenas hace unos días daba muestras de restaurar la relación armoniosa con Venezuela que se perdió por los excesos verbales de Fox, cometió el error de imitar a éste al confundir la defensa de su política económica con la intromisión desafortunada en la vida de otros.
Además las del mandatario mexicano no eran sólo declaraciones de fe conservadora y neoliberal. Su propósito era tomar ventaja en la lucha que se da entre los países latinoamericanos por atraer inversiones foráneas, y en este sentido es más lamentable que un presidente utilice sus diferencias con otros para sacar provecho.
Con este desliz, Calderón echó por tierra la promesa de llevar una política exterior más madura y menos rijosa. En Davos pintó su raya y profundizó las diferencias con los gobiernos sudamericanos que se resisten a la tentación neoliberal.
La diplomacia mexicana sigue en crisis.
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