La primera impresión que tuve de Javier Gándara en la escena política fue positiva. Me pareció que era un buen precandidato a presidente municipal de Hermosillo. Hablo de cuando era ferviente priista. Pero aquella impresión me duró poco pues me enteré de que, para ayudarlo en sus afanes de ser candidato, se preparaba una trampa a su adversario Gilberto Gutiérrez Quiroz, político más experimentado y de sólida ética, que renunció con dignidad.
Como se sabe, luego de ser derrotado, soñó, como priista aún, en ser gobernador del Estado, y como no pudo ser ni candidato, sin más ni más se disfrazó de panista y allá fue, dando lástimas convenencieras, a pedir que lo aceptaran como miembro del partido azul. Francisco Búrquez se dio el gusto de informar públicamente que lo habían rechazado.
Es historia muy conocida que no repetiré la serie de maromas, retrocesos, cambios y concesiones a la ilegalidad que fueron destruyendo su vieja imagen. De repente quedó ligado al gobernador más corrupto de la historia pero, lo que sea de cada quién, es creador y dueño de su propia corrupción.
La diferencia entre aquel Javier Gándara “socialité”, que con su esposa se colocaban máscara de cultos, que frecuentaban la iglesia y eran profesionales del altruismo, con la del actual es para muchos insondable. ¿Imaginarían entonces que era capaz de insultar a una dama? Y lo hizo, en esta demencial carrera por ser gobernador, a través del dizque candidato del Partido Humanista. Delante de Gándara y para favorecerlo, insultó a Claudia Pavlovich. Lo habilitaron como candidato un par de días, sólo lo necesario para que insultara a la candidata que aplastaría a Gándara.
No sólo ese día, sino muchos otros, a lo largo de la campaña, auspició las calumnias contra Claudia pero lo hizo a través de sicarios a sueldo. Quien piense que esto es propio de cobardes, no hay manera de refutarlo.
Algunos pensamos que con el último vestigio de sensatez y dignidad, y dado que había recibido una paliza en las casillas, reconocería el triunfo de la adversaria y se retiraría. Pero no pudo renunciar a la patria potestad del rey de los corruptos y decidió despedirse de la política haciendo el máximo ridículo.
Ayer, al abrirse la sesión encaminada a realizar el cómputo de las actas, el representante del PAN pidió que en el orden del día se agregara un punto: someter a aprobación que se abrieran los miles de paquetes electorales de todo el Estado. TODOS los consejeros votaron en contra porque la Ley dice que el cómputo debe hacerse de acuerdo con los datos de las actas. El tal representante volvió a necear con una propuesta directa en el mismo sentido y los consejeros y los demás representantes prácticamente lo dejaron con la palabra en la boca porque se fueron en busca de los paquetes. Fue la risión de la mañana.
Javier Gándara es la risión del año. ¿Qué quedará de él al término del proceso electoral?
¿CÓMO QUE NO PASA NADA?
A ver, todos los que andan diciendo que no pasará nada a Padrés y su banda, fórmense aquí, y díganme. ¿No quedó marcado como delincuente, por haber sido formalmente preso, el ex director de la Comisión Estatal del Agua Enrique Martínez Preciado?
¿No mandaron por un tubo al diputado federal Máximo Othón, que pretendió que lo eligieran diputado local? ¿Y no le aplicaron la misma receta al ex alcalde de Huatabampo Bleizeffer? ¿Y no se quedó sin diputación federal pluri el cómplice Roberto Romero? Faltan muchos, y estos castigos sólo son de tipo político. Pero por algo se empieza. El asunto es que no se detengan.
carlosomoncada@gmail.com