Cultura: Asignatura pendiente en los programas de gobierno
Enrique Espinoza Pinales
Sábado 05 de Septiembre de 2015

En este ttexto se presenta una serie de ideas, aún abocetadas con trazos demasiado gruesos sobre una de las problemáticas a las que se tienen que enfrentar las nuevas autoridades que toman posesión en los próximos días. Retomar el tema de la “Cultura” por quienes estamos inmersos en el quehacer cultural es tarea obligada en estos momentos en los que inevitablemente se tiene que hacer un balance y generar nuevas expectativas.

En el noroeste de  México  existe un enorme rezago en infraestructura y programas culturales, mientras que las políticas culturales diseñadas desde el centro del país llegan como ecos lejanos y desdibujados, donde se perciben buenas intenciones pero que están muy lejos de nuestras necesidades y de nuestra realidad. En el modelo de hacer promoción cultural sigue rondando el fantasma de Vasconcelos, con los viejos rituales de un México que ya no existe.

En la mayoría de los municipios de la provincia de México, se puede afirmar que no existen políticas públicas hacia el ámbito cultural.

El estado ha asumido su compromiso solo parcialmente y en ciertos momentos con muchas limitaciones y vicios, no solo por la incapacidad de nuestra clase gobernante sino además por las nuevas circunstancias impuestas por la globalización que hacen más complejo el entorno nacional  y por lo tanto exige nuevas definiciones y estrategias en materia de políticas públicas. Eduardo Nivón lo plantea con claridad “Tal vez la dificultad más grande que resulta del entorno internacional es que está teniendo lugar en un momento en que los estados latinoamericanos muestran graves deficiencias para atender las necesidades sociales, económicas y culturales de la población. Tal parece que en el momento en que mejor se ha comprendido la importancia de la cultura más limitaciones se tienen para poder desarrollarla, redistribuirla, fomentar su expresión y creatividad entre todos los sectores sociales”.

En materia de políticas culturales se requiere de un mayor compromiso del estado y de los diferentes protagonistas del quehacer cultural, por ejemplo la relación entre el centro y los estados, y a la vez la relación de los gobiernos estatales con los municipios, en donde se reproduce el mismo esquema, un esquema profundamente inequitativo. Las políticas culturales que se elaboran desde el centro fallan desde su concepción, porque siguen privilegiando prácticas que hacen sentir al grueso de la población como ajena a los procesos culturales los cuales son presentados como algo exclusivo de pequeños grupos y personas con talentos excepcionales, en el mejor de los casos dichas políticas consideran al ciudadano común como un simple receptor de espectáculos. Educación y cultura siguen siendo ámbitos separados para las políticas del estado, su vinculación no se ha dado más que en el discurso, lo cual provoca que la formación de públicos se dé en situaciones extraordinariamente difíciles.

Por otro lado, consideramos que las políticas culturales tienen que generarse con la participación de los propios protagonistas del quehacer cultural en todos los ámbitos de la vida nacional, es decir en los municipios, regiones y estados. La política cultural tiene que fundarse en un amplio consenso nacional considerando que somos un país pluricultural, con realidades contrastantes, población mayoritariamente urbana y con procesos migratorios sumamente dinámicos en donde las identidades  se modifican y enriquecen aceleradamente.

Consideramos que el proceso tiene que tomar en cuenta todas las dimensiones y formas de expresión cultural de quienes habitamos este país. Además es necesario revisar qué tipo de instituciones culturales tenemos y ver si responden a las nuevas realidades para transformarlas y/o crear nuevas instituciones.


Políticas culturales en lo local

En Sonora es el Instituto Sonorense de Cultura (ISC) creado en1989, el responsable de implementar las políticas culturales y los programas en la materia del gobierno del estado.

Lo que se ha hecho en Sonora es como una réplica en menor escala de lo que ha ocurrido a nivel nacional, se reproduce el esquema centralista en la relación del estado con los municipios.

Las definiciones sobre políticas culturales en la entidad son las mismas que se generan en el centro del país, quizás con el único detalle de que llegan diluidas. Los programas culturales se diseñan y se han implementado desde la capital del estado hacia los municipios sin considerar las dinámicas culturales de cada región.

A fines de los años 90 del siglo pasado en Cajeme se vivió una experiencia inédita en materia de políticas culturales. Desde el gobierno local, surgido de la oposición (PRD) se creó una instancia cultural y se empezó a cuestionar esta relación de dependencia y subordinación. En aquellos años se realizaron varios foros de análisis y discusión en torno a las políticas culturales promovidos desde el gobierno municipal.

En este proceso, se incorporan a los puestos de dirección en cultura a personajes de la sociedad civil que llegan con una visión poco burocrática del quehacer cultural y aprovechan para fortalecer los espacios en los que la misma sociedad civil ya estaba participando. Desde estos espacios se cuestionó no solo el modelo que se venía implementando en el estado, sino que además se cuestionó el marco legal que regula la actividad cultural en la entidad.

En uno de los documentos que se presentaron ante el congreso del estado para modificar la Ley de Cultura, por considerarla obsoleta se señalaba la necesidad de contemplar procedimientos democráticos en la planificación del desarrollo cultural, incorporando a las autoridades municipales y las diferentes instancias de la sociedad civil.

Cito textualmente el siguiente pronunciamiento “Concebimos a la política cultural como resultado de un proceso en el que en primera instancia debe diagnosticar la problemática, las necesidades y las exigencias de la sociedad en materia de cultura, y por otro lado implementar mecanismos de consulta con instituciones, organizaciones, grupos e individuos involucrados en el quehacer cultural y artístico que permitan retomar elementos que le den contenido y rumbo al conjunto de programas y planes de desarrollo cultural para el Estado de Sonora” .

Además en el mismo documento se proponía establecer como obligatorio la incorporación de la educación artística en la educación formal bajo nuevos parámetros, en donde las instituciones educativas asumieran el compromiso de promover y fomentar el conocimiento y aprecio de las manifestaciones artísticas, para lo cual se consideraba como algo fundamental la revisión y modificación de los planes y programas en dicha materia desde preescolar hasta el bachillerato y crear un sistema de formación y capacitación para los maestros. También se proponía revisar el papel de los medios de comunicación en el fomento de la cultura y crear nuevos espacios en dichos medios.
 
La premisa de la que se partía es que toda política cultural debe contemplar el derecho de todo ciudadano a participar en los procesos de creación y socialización de la cultura, y en el caso de los niños, en el aspecto formativo, desarrollar la capacidad de aprecio y valoración de las distintas expresiones culturales tanto en lo local como en lo universal, a través de la educación escolarizada y de educación no formal (centros culturales) y desde los medios de comunicación.

Como se puede observar en lo descrito anteriormente, quienes participamos en aquella experiencia  quisimos  tomar el cielo por asalto protagonizando una batalla, que por un lado puso al descubierto los grandes huecos en materia de políticas culturales en el estado y los municipios y las grandes dificultades que tiene la sociedad civil para hacer valer su voz y su capacidad para influir en la definición de las políticas públicas.


Hoy, a más de dos décadas de creada la Dirección Municipal de Cultura de Cajeme  y que muchos municipios del estado han seguido los mismos pasos, dejando atrás las inercias de las viejas Casas de Cultura como espacios únicos para la promoción y difusión cultural, ya no provoca tantas tensiones la realización de foros de consulta o de planeación, lo cual significa que la sociedad civil ha adquirido mayor protagonismo aunque en lo esencial las políticas culturales sigan siendo las mismas y en algunos casos se ha retrocedido por el desinterés e ineptitud de los  funcionarios de cultura.
 
La política cultural es un proceso de construcción colectiva que está en marcha, sobre todo en los momentos actuales en los que vivimos cambios vertiginosos que obligan a replantear todas nuestras definiciones. Sin embargo estamos convencidos de que el mejor modelo de política cultural tendrá que ser el que contempla la participación de la sociedad civil, incluyendo no solo a los artistas, sino además a los ciudadanos comunes y por supuesto a los sectores educativos y productivos.



 

 
 

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