Un célebre desconocido
Juan Villoro
Sábado 23 de Enero de 2016

Joaquín Guzmán Loera es un delincuente de fama mundial cuyos alcances permanecen en la sombra.

 "La verdad es un momento de lo falso", escribió el situacionista francés Guy Debord. Este irónico aforismo se aplica a la captura del narcotraficante. ¿Estamos ante un estratega que controla un emporio capaz de suministrar droga en cincuenta países y usa los más sofisticados equipos militares y de comunicación, o ante una nueva versión del Mago de Oz, el hombre al que se le atribuye la creación de un reino muy por encima de sus posibilidades?

 En Los señores del narco, Anabel Hernández sigue la trayectoria de Guzmán Loera, desde sus orígenes como campesino en Sinaloa hasta su encumbramiento en las alturas del hampa. La periodista, que ha tenido que dejar el país por amenazas, detecta su habilidad para idear nuevas formas de contrabando, como esconder droga en envases de conservas, logrando un tráfico enorme con envíos dispersos. Más allá de estas tretas, de su capacidad de mando y de su sangre fría, aparece como alguien sin la menor preparación para dominar un emporio globalizado. En su libro, Hernández señala las posibles complicidades del capo con políticos y empresarios, y en una entrevista reciente en el portal Aristegui Noticias, comentó: "¿Quién está detrás de este hombre? ¿Quién hizo que este hombre, de este tamaño intelectual, se haya podido convertir en el narcotraficante más grande de todos los tiempos?".

 Cada vez que se muestra un lugar donde ha vivido El Chapo, vemos una casa horrible, sin muebles, donde el mayor lujo es un hueco para escapar por la alcantarilla. La mitología popular le atribuye una vida de derroche en la que colecciona dromedarios de oro y viaja en un avión con suelo de peluche y paredes de terciopelo morado. Las evidencias lo muestran en otros escenarios: una apartada ranchería, un motel de segunda, un garaje donde duerme un perro callejero.

 No hay duda de que dispone de fortuna y de un ejército de sicarios. Su astucia, su temeridad y su liderazgo recuerdan a Alfredo Ríos Galeana, el asaltabancos con veleidades de cantante ranchero que en los años setenta sobornó y esquivó a la policía hasta romper el récord mundial de atracos, y que dio lugar a la excelente película El más buscado, de J. M. Cravioto.

 Cuesta trabajo ver a El Chapo como responsable de tramas de lavado de dinero que pasan por la banca de Londres, van a los paraísos off shore en el Caribe y regresan a México gracias a empresas aparentemente legales. Si controlara esta red, sería el narco más poderoso de todos los tiempos. Más bien parece estar al servicio de esa red.

 Amparado en su celebridad, Sean Penn pudo acercarse a él antes de su tercera captura. En su condición de improvisado periodista se comportó como un buen actor de Hollywood: los hechos le permitieron hablar de sí mismo. Aun así, ofreció datos reveladores sobre la conducta de Guzmán Loera. Una de las escenas más interesantes de su crónica ocurre cuando, ya cerca del escondite del narco, el grupo en el que viaja debe detenerse en un retén militar. En la camioneta los acompaña el hijo de El Chapo; cuando baja la ventanilla, un soldado lo reconoce y da un respetuoso paso atrás.

 El Chapo sólo puede operar corrompiendo a las autoridades. ¿Hasta dónde ha llegado? Otra escena decisiva de la crónica ocurre después de la visita al campamento clandestino. El actor envía unas preguntas por celular y pide que le respondan por video. El capo no cuenta con alguien que hable inglés y sepa operar una cámara. ¿Cómo es posible que el zar del mercado mundial de drogas no tenga intérpretes ni acceso a una tecnología común? Cuando finalmente graba sus respuestas, El Chapo confirma su muy limitada visión de la realidad.

 En la película Sospechosos comunes, se atribuye una conspiración criminal a un personaje que todo lo sabe y todo lo puede: Keyser Söze. Las acciones dependen de esa figura que nadie ve hasta que se sabe que es imaginaria.

 Los crímenes de El Chapo son reales, pero ignoramos hasta dónde llegan. ¿Es un mafioso omnipotente, capaz de controlar embarques planetarios desde un motel en Los Mochis, o es el hampón audaz pero a fin de cuentas limitado al que se le endilgan negocios que continuarán sin su presencia?

 El enemigo público número uno está en la cárcel. Es un célebre desconocido.

 

Publicado en: REFORMA. 15-enero-2016

 
 

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