El grafitti no es una expresión cultural o parte de una subcultura, como algunos quieren hacerlo creer, sino puro vandalismo, destrucción, delito.
Pero una visión demagógica de los derechos humanos, y una supuesta protección de los menores de edad, ha permitido que los grafitteron dañen la ciudad, negocios y casas de particulares sin que nadie les ponga un alto.
Si acaso se detiene a uno o tres chamacos que son sorprendido en flagrancia, con sus crayones y aerosoles en mano, pero aún así es muy limitada la acción de las autoridades.
Ahora se habla de una iniciativa de ley para reglamentar las sanciones que deben aplicarse a los grafitteros. ¿Hasta cuándo se va a poner en práctica? |