Me contó Pedro “Speedy” González, que en una ocasión enfrentando a Héctor Espino recibió un jonrón que muy apenas pasó la barda en las primeras entradas cuando lanzó para los Charros de Jalisco en el año de 1963.
Recordó que ya sobre la octava le volvió a tocar batear a Espino y Memo Garibay entró a platicar con él y le dijo "mira Pedrillo, a ese novato (Espino) me dicen que con curva lo pasan, así que tírale puras curvas".
Pedro así lo empezó a hacer y Espino vio pasar los primeros lanzamientos como si en realidad estuviera sorprendido con las curvas… lo que Pedro se creyó, porque entonces le lanzó otra curva que Espino le conectó y que ¡todavía la andan buscando!
Total que cuando salió a la caseta Pedro le dice a Garibay: "Maestro, le pega más duro a su pichada que a la mía" recordando que el primer jonrón apenas había pasado la barda y era una recta pegada.
Ya te imaginarás la risa en el dogout de los Charros que tenían a Minervino Rojas, Hendricks, Cananea Reyes, Cerda entre otros grandes de aquella época”, concluyó.
Apareció Espino y….
Por ahí, hurgando, me encontré esta anécdota siguiente de Espino escrita por Octavio Ballesteros:
A mediados de los setenta, Hermosillo se encontraba de gira en Los Mochis. Era un juego muy cerrado, y el manager Memo Garibay mandó calentar a Ramón Reynoso, en aquel tiempo pitcher prospecto de los Dodgers para que entrara a relevar.
Cuando Memo lo metió a jugar, le dijo: “Al primer bateador que te enfrentes le pegas en la cabeza”.
Ramón todo nervioso entró y para su mala suerte se dio cuenta de que el primer bateador era ¡Aurelio Rodríguez!
Ramón volteó a ver a Garibay, y éste sin inmutarse le señaló con el índice la cabeza.
Ramón no le quedó otra que lanzar lo que le mandaban y Aurelio cae golpeado al suelo.
Al instante, salieron como fieras del dugout de los Mochis Bobby Treviño y Jim Campanis a corretear a Reynoso y golpearlo por lo que había hecho.
Ramón, instintivamente, empezó a caminar hacia atrás en dirección a segunda base esperando los golpes de ellos; de repente, sin saber cómo, entre los la horda de Cañeros y él, apareció Héctor Espino, quien se había desplazado de primera base a la loma de pitcheo para apoyarlo.
Entonces, tanto el Bobby Treviño como Campanis al ver a don Héctor enfrente de ellos se detuvieron de inmediato y sin animarse a tocarlo siquiera, nada más se le quedaron viendo al pitcher, mascullando puras “bendiciones”, y se regresaron al dugout.
¡El prestigio y la fuerza de Espino salvaron a Ramón Reynoso de una paliza!
Jesús Alberto Rubio
jarubio@guaymas.uson.mx
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