Eco y el fascismo a la mexicana
Rogelio Guedea
Martes 23 de Febrero de 2016

A la luz del México actual, las concepciones de Eco en torno al fascismo son aleccionadoras: nuestro país encaja muy bien en sus definiciones, aunque nos cueste trabajo aceptarlas.

Si bien son catorce los aspectos que para Eco definen un régimen fascista, estos básicamente podrían resumirse en la puesta en marcha de un sistema que se traga al individuo (le quita su individualidad, su pensamiento crítico, su libertad, su noción de igualdad, etcétera) y lo convierte en un mero alimento del poder omnímodo del caudillo (en nuestro caso el Presidente).

Quien viva en nuestro país no podrá escapar de este sentimiento de subyugación que, como lo explica Eco, te hace sentir que razonar es una acción anómala del pensamiento y el miedo una manera natural de vivir.

El Presidente lo es todo y, por tanto, entre menos te conviertas en su apologista más te borras del mapa ciudadano.

No todos los fascismos tienen que adquirir la forma que, históricamente, adquirió la Italia de Mussolini o la Alemania de Hitler. Hay otros peores: los que disfrazados de democracia, como en nuestro país, van cercenando soterradamente todas aquellas conciencias libres que intentan heroicamente acabar con siglos de explotación, represión e injusticia.

Esa es precisamente la enseñanza que deja Umberto Eco al final de “El fascismo eterno”: que nunca frenemos la lucha contra toda manifestación totalitaria, porque ésta puede aparecer, incluso, en las formas más inocentes de la convivencia humana.

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