Así nació hace 35 años la Fernandomanía
Sergio Anaya
Sábado 09 de Abril de 2016

Era 1981 y México se debatía en la crisis económica y moral del penúltimo año, el quinto, del presidente José López Portillo. El desaliento abatía al país, campeaba la corrupción tan fuerte como hoy y mientras la riqueza petrolera llenaba los bolsillos de unos cuantos, la mayoría de los mexicanos veían descender su nivel de vida.

De repente, en medio del caos y la incertidumbre surgió una figura extraordinaria, un jovencito de sangre indígena mayo, de extracción humilde como todos los indios, pero fuerte, rollizo y con un talento inusitado para jugar el beisbol en el más alto nivel, el de las Grandes Liga.

El 9 de abril de 1981 Fernando Valenzuela fue designado abridor de emergencia del Día Inaugural por los Dodgers de Los Angeles, cuando Jerry Reuss se lastimó 24 horas antes de la salida, y Burt Hooton tampoco estaba disponible. 

Bastaron dos juegos cuando mucho, el juego inaugural de la temporada 1981 y la siguiente aparición de Fernando en el montículo, seis días después, para que México, Estados Unidos y otros países beisboleros se rindieran ante el carisma y la habilidad deportiva del jovencito mexicano cuyo comportamiento tímido atraía como imán la curiosidad y la admiración de todos.

No fueron solo los aficionados al beisbol de México y Estados Unidos, fueron toda la población mexicana, incluso la que no sabía nada de beisbol, y un amplio sector de la sociedad estaodunidense, los que fueron tocados por la magia de la Fernandomanía.

Recuerdo las crónicas de su llegada a Nueva York, "el ombligo del mundo", para jugar su primera serie en el Shea Stadium contra los Mets. Nueva York se paralizó para seguir los pasos de Fernando, decían los cronistas. No había estadista en la ONU ni estrella del espectáculo en Broadway o artista consumado que tuviera a sus pies a la Ciudad que Nunca Duerme como la tenía el humilde jovencito de los Dodgers.

Aquello era una locura. Los grandes medios de comunicación -prensa, radio y televisión- competían frenéticamente por tener una entrevista con Fernando. Las ciudades mexicanas vivían en suspenso los días que él pitchaba y empezaba a acumular victoria tras victoria sin conocer derrota.

Era como el cuento de La Cenicienta, pero no se trataba de una chica sino de un chico que en un santiamén brincó de la pobreza a los más altos peldaños de la fama. Fernando era todo, era México, era la encarnación del personaje soñado que sin perder su sencillez conquista el mundo.

Campeón de la Serie Mundial, Pitcher del Año y Novato del Año, el primero en lograr la doble distinción.

1981 cada vez más lejos, pero los recuerdos permanecen intactos para quienes vivimos ese Año de la Fernandomanía.

 
 

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