Alirio Díaz, gloria de la guitarra
Javier Martínez Rosas
Miércoles 06 de Julio de 2016

Este martes 6 de julio se nos fue Alirio Díaz, 92 años anduvo. Hay pocas notas al respecto hoy en los diarios, más atención tienen todavía los problemas sociales y políticos de Venezuela o la droga que mató a Prince. Él no fue una estrella pop, y si por la calle digo “se murió uno de los grandes de la guitarra” ni se sospecha de él; que va…

Alirio Díaz creció rodeado de música, en La Candelaria, aldea venezolana de canto, joropo y cuatro. A los 16 años se fue a Trujillo a estudiar teoría musical con el director de la banda estatal y a los 21 guitarra clásica a la Escuela Superior de Música de Caracas donde su profesor Raúl Borges le enseñó la técnica moderna con el método de Pujol y con lecciones del gran Barrios. 

Quién diría que este joven, ya algo grandecito para iniciarse en el arte de la guitarra clásica, se convertiría en uno de los más grandes guitarristas de todos los tiempos. 

En 1950 debutó con un recital en la Biblioteca Nacional y ese mismo año fue becado por el Ministerio de Educación para continuar sus estudios en el Conservatorio de Madrid con Regino Sainz de la Maza quien le ayudó mucho a profundizar en la interpretación de la música española. 

A la vez que cursaba, tocaba en diferentes ciudades de España y en los veranos se iba a Siena a las clases de Andrés Segovia quien pronto lo reconoció como el mejor de sus estudiantes haciéndolo luego su asistente y sustituto en la Academia Chigiana. En dicha institución tuvo entre sus pupilos ni más ni menos que a John Williams a quien influyó decisivamente no solo técnicamente sino en sus inclinaciones musicales. 

Para alguien como Segovia la música venezolana resultaba vulgar pero para Díaz, quien sembró en Williams el gusto por la música latinoamericana, contenía mucha riqueza. Fue así que Díaz comenzó su fructífera obra formativa en la misma década que se afianzó como uno de los más finos guitarristas clásicos actuando en recitales y conciertos con orquestas bajo la batuta de directores como Serguei Celibidache y Leopold Stokowski.

Dejó brillantes grabaciones como tesoros imperecederos. Tocaba muy limpio, con sonido potente y bello e interpretaba sensiblemente y con idea clara. Una contribución muy importante de Díaz al repertorio fue su rescate y arreglos de música tradicional venezolana para guitarra y la promoción de la obra de sus compatriotas Antonio Lauro, Vicente Sojo y Raúl Borges. 

Esta música, así como la de los españoles Granados, Albéniz y Tárrega grabada por él en la década de los 60s resulta imprescindible escuchar para apreciar la gran altura de su arte. 

Bien harían las nuevas generaciones de guitarristas, para quien Díaz no es ya un referente, el descubrirlo más allá de su ineludible impacto en el repertorio y escuchar sus grabaciones. 

 

 
 

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