Expulsado del paraíso
Sergio Anaya
Lunes 25 de Julio de 2016

Aturdido por el alcohol y el inclemente calor veraniego un hombre andrajoso se sentó en el césped junto a una toma de agua, en el exterior del Palacio Municipal.

Durante uno minutos dejó que el chorro de agua le refrescara el cuerpo y la ropa. Su expresión denotaba una relajamiento anhelado quien sabe cuántos días.

Pero el gusto le duró poco. Pronto llegó un policía y le ordenó quitarse de allí. 

El tipo no hacía nada malo pero el policía ignoró la máxima humanista: Dad de beber el sediento.

Hacía mucho calor y el sol quemaba pero el tipo afeaba la fachada del Palacio Municipal. Eso debió haber pensado el policía antes de expulsar al hombre de aquel fugaz paraíso.

 
 

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