Sembrando vientos...
René Delgado
Lunes 15 de Agosto de 2016

Ya no asombra la administración... en vez de cerrar frentes, ensancha los existentes y abre otros; en vez de resolver un conflicto, genera otros. Y, luego, se enconcha: no reacciona, informa, explica ni actúa, creyendo quizá que el silencio, el inmovilismo y el tiempo son refugio ante la tempestad.

No asombra la administración, asombra la oposición panista y perredista que, en la ruina, cifra la posibilidad no de desplazar al partido en el poder, sino de verlo naufragar. No confía en su propio éxito, sino en el fracaso del otro y, entonces, derrocha su energía en hacer cuentas alegres y disputarse la candidatura presidencial, siendo que el terreno donde el abanderado habrá de competir está minado. Su estrechez de miras le impide ver que el fracaso de la administración y su partido los podría arrastrar. Mientras, Andrés Manuel López Obrador se pega de espaldas a la pared atento al paso del cortejo fúnebre del régimen que, a su entender, anuncia su marcha triunfal.

Vive el país uno de sus peores momentos. Aquel donde la mezquindad anula la política, la polarización presagia el desencuentro, la miopía cancela el futuro y la suma anima la ruptura... ni quién intente crear o pactar las condiciones para evitar el estallido, garantizar el proceso electoral y reponer el horizonte.

 

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Cada semana, se agregan ingredientes al coctel de la descompostura.

En ésta, se añadieron varios. El aumento del precio de las gasolinas y el diésel, acompañado del incremento a las tarifas eléctricas son un cerillo arrojado al combustible y la energía de la economía. La caída del índice de confianza del consumidor formula un inquietante pronóstico. Y ni qué decir del Producto Interno Bruto. La economía resbala.

En el campo político, empresarios y comerciantes radicalizaron su postura frente a los bloqueos del magisterio disidente y su reclamo cayó, de momento, en el vacío... pero no permanecerá ahí. La opacidad de las negociaciones de Gobernación con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, lejos de generar una expectativa, profundizó la desconfianza en el gobierno. La ausencia del secretario de Educación en esa mesa borró al joven cuadro entrón y decidido. La cúpula eclesial ya dejó sentir que vela armas ante la iniciativa presidencial de legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Los médicos y enfermeras ya expresaron inquietud por lo que ven venir detrás de la universalización de los servicios de salud. Y el espectáculo del gobernador saliente y entrante de Veracruz, Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes, hace de la corrupción, la nueva arena de lodo, donde se deben ventilar y empatar las diferencias.

Esos nuevos ingredientes se sumaron al batidillo nacional, marcado desde hace semanas por el repunte de la violencia criminal y social, el deterioro de la economía, la atonía de la política, la errática diplomacia ante el desafío que plantea la campaña presidencial en Estados Unidos... y el malestar social que crece como una enredadera.

 

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El cuadro es impresionante. Nadie está satisfecho con su situación, pero todos miran por su gremio o grupo sin pensar en el país como tal.

Los integrantes de la administración se sienten incomprendidos. Los empresarios y los comerciantes, desatendidos. Los prelados, agraviados, groseros y resueltos a privilegiar al dogma sobre el derecho. El magisterio oficialista, sometido; y el disidente, empoderado. Los médicos, amenazados. Los munícipes honestos, abandonados; y los deshonestos, sin atinar a cuál cártel criminal afiliarse. Las clases medias, prensadas bocabajo. La autoridad electoral, interesada en agrandar el edificio y achicar la institución. Los activistas en pro de los derechos humanos con reconocimiento oficial, tentados por la idea de impulsar la venganza, no la justicia. Los exgobernadores y los gobernadores salientes viendo cómo evadir su responsabilidad o calculando qué trampa tender al sucesor. Incluso, ver al expresidente Vicente Fox haciendo del vómito su mejor forma de expresión... desde luego, no asombra.

Todos viendo por sí o su grupo, hundiendo o ahogando el concepto de nación y confundiendo el Estado de derecho con el estado de los privilegios.

 

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Ni quién inste o recomiende cerrar tal o cual frente abierto innecesariamente. Ni quién mencione la conveniencia de adoptar medidas económicas y fiscales en previsión de lo que viene, en vez de reaccionar con paliativos que agravan el problema. Ni quién recomiende dejar de botar dinero, como amortiguador de la política. Ni quién advierta la necesidad de reparar en el fracaso de la política de seguridad pública. Nadie sugiere hacer un alto en el camino y redeterminar el alcance de las reformas.

Aquellas voces que, aun a contracorriente, se alzaban en favor de la sensatez y llamaban a la reflexión, guardan silencio.

 

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Tal cuadro lo único que dice a la oposición es: ésta es una oportunidad y, por lo mismo, nada hay que pactar con la administración, allá ella con sus problemas presentes, nuestro es el futuro... aunque el futuro sea un abismo.

Desde luego, no hay condiciones para acordar un pacto de salida que genere cierta estabilidad política, económica y social y, en consecuencia, garantice la próxima elección presidencial. Sin embargo, en política, cuando las condiciones no existen, se construyen. Ver en el fracaso de la administración y el deterioro de la situación, la oportunidad de derivar ganancias es suicida.

Si la administración no tiene la iniciativa de pactar condiciones mínimas para garantizar la elección 2018, la oposición debería hacerla suya. De no hacerlo, quizá haya esa elección, pero sin duda no habrá gobierno.

Se están sembrando vientos en plena temporada de huracanes... ni por qué dudar de la cosecha.

sobreaviso12@gmail.com

 
 

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