El alto costo de los boletos que se venderán en el nuevo estadio de los Yaquis no sorprendió a nadie. Los aficionados solo esperan el día ya próximo del arranque de la temporada y la inauguración del inmueble.
Nuevo estadio, un escenario vistoso, funcional para disfrutar el beisbol. La expectación crece y supera las críticas por la transformación de un deporte popular en un espectáculo cada vez más inaccesible para la gente del pueblo, la de escasos recursos, es decir, la mayoría de nuestra sociedad y donde hacen más falta este tipo de diversiones.
Pero por encima de todo esto, el anuncio de los nuevos precios provocó molestias por un "detalle" detestable: El uso de los discapacitados para comercializar más caro su acceso al estadio.
El gancho de "discapacitados gratis" no conmueve a nadie pero sí indigna porque a los acompañantes de ellos se les cobrará $ 200 (doscientos pesos) el ingreso.
En la información sobre costos de boletos se expone así: "Personas en sillas de ruedas entran gratis, el acompañante paga por su butaca"
En redes sociales se calificó esto como "una burla igual que la de los circos", donde los niños no pagan boletos pero sus papás sí y en esos boletos va incluido el cobro por ambos.
Sin duda hay personas discapacitadas de posición socioeconómica más o menos desahogada que podrán pagar el boleto de su acompañante.
Pero a los discapacitados de clase media para abajo, sólo les quedará la opción de ver los juegos por televisión.
Queda una posibilidad para evitar que se lleve a cabo esta discriminación clasista:
El estadio es propiedad de todos los cajemenses que con sus impuestos pagan estas obras, y las autoridades municipales son las depositarias de esta propiedad.
Por lo tanto, deben intervenir para que se ofrezcan precios accesibles a las personas discapacitadas de escasos recursos.
Una acción que debe hacerse con la naturaleza de un acto de gobierno. No como una dádiva, un regalo o una promoción comercial de otra empresa que quiera utilizar a los discapacitados.
La propuesta está en el aire y nuestros regidores e incluso los diputados que tanto les gusta intervenir en todo, deben ahora abogar para que el beisbol no deje de ser un espectáculo para todas las clases sociales.