Ni usted y yo tenemos la culpa de que el IV Clásico Mundial de Beisbol no se haya transmitido por Cable o televisión abierta.
¿Quién es culpable de tan terrible realidad?
No se puede conceptuar y menos aceptar que un evento de esa naturaleza --¡un clásico mundial de béisbol, señores!--, no haya tenido un espacio de difusión para los aficionados al béisbol.
¿Se repetirá la historia en el juego México-Puerto Rico de este sábado?
Ya no pienso en los demás encuentros del clásico; oriento el comentario hacia las jornadas del equipo azteca, las cuales Televisa y otros medios anunciaron que las iban a transmitir.
Un insulto y falta de respeto el no hacerlo.
De no existir Internet y redes sociales y utilizando por ejemplo el Smartphon, obviamente nos hubiésemos quedado totalmente en blanco.
No se puede olvidar cómo recibíamos vía enlace las imágenes del juego, pero de pronto nos quedábamos “soportando” lapsos sin sonido y en otros instantes, con bloqueos.
¡Qué desesperación!
Hubiese visto las redes sociales: todos estaban (estábamos) en ascuas ante la expectativa de que ¡llegara la señal televisiva!
Y, en medio de acervas críticas, las que mejor ni reproduzco.
Y, dentro de todo lo que pasaba, quizá haya quien recurrió a las ondas hertzianas, como en antaño, buscando alguna “milagrosa” transmisión radial del choque.
¿Quién es el culpable de esta situación?
¿El comité organizador, la empresa/señal receptora de Megacable, Ligas Mayores… quién/quiénes?
Ah, pero eso sí, excepto el Sky y otros espacios de élite televisiva que pasaban la señal del encuentro, había transmisiones de juegos de futbol y otros eventos deportivos al por mayor.
¿Y el mundial?, ¡bien gracias!
Un reto harto difícil
Lo sucedido en el encuentro, muy analizado y criticado.
Muchos vértices, aristas –que el mánager no dirigió bien, que Yovani, que porqué jugaron con cuadro cerrado… y así.
Pero, lo sorprendente, en ese cierre del noveno con cuatro carreras de diferencia, fue ver cómo los italianos “le encontraron la bola” al Cañoncito Osuna en una noche que tardará en olvidar.
El árbol de la noche triste y el trago más amargo de su vida en el béisbol para el joven “Cañoncito” estelar con los Azulejos.
Carajo… ya ni llorar es bueno.
Ahora, México necesita ganar dos --no creo haya las clásicas combinaciones como en el formato de las series caribeñas--, si quiere verse en la siguiente ronda en el Petco Park de San Diego.
Súper difícil ante las potencias llamadas Puerto Rico y Venezuela.
Pero, podría darse una sorpresa.
¿Una sorpresa…?
¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?
¿Sueños guajiros, o qué?
O como decía en vida mi querido suegro, orgullo de la hermosa Perla del Papaloapan, Tlacotalpan, el general brigadier Juan Guzmán García: “creo que ni yendo a bailar a Chalma lograrán su pase”.
Pues sí.
¿Un milagro…?
Se suponía que el pitcheo abridor, con Yovani, era garantía para ganar el primer juego, además de tener una fortaleza en los relevos intermedios/preparadores y stoppers (taponeros, pues), pero ya vio.
Mi calificativo, esa noche en mi Facebook simplemente fue: Terrible.
Y lo reitero, hoy. Terrible.