En 1909 llegaron a Cajeme los hermanos William y James Ryan procedentes de Chicago.
Los Ryan fueron parte de los inmigrantes extranjeros que entre 1910 y 1920 se afincaron en el Valle del Yaqui, hombres de empresa con el perfil del típico “farmer” norteamericano, obsesionados en sacar el máximo provecho de las tierras del valle a base del esfuerzo propio y del trabajo extenuante de la peonada mexicana que venía de Cócorit, Esperanza, los pueblos yaquis, la sierra y el sur de Sonora.
Los Ryan se establecieron en el Campo 4 donde se dedicaron al cultivo del arroz; poco después decidieron instalar un molino arrocero y otro harinero en Cajeme donde habrían de procesar la materia prima que depositaban en la estación del tren y desde allí eniaban a los Estados Unidos.
Los molinos fueron la primera gran industria que apareció en el horizonte de la Estación Cajeme. Ubicada en la calle Michoacán (hoy Sufragio Efectivo) esquina con Hidalgo, la nueva empresa quedó registrada con el nombre de Compañía Molinera del Río Yaqui.
En la década de los veinte tuvieron como socios al general Álvaro Obregón y B. F. Brunk. El gerente general era Edward E. Noon, quien tenía como cercanos colaboradores a Reynaldo Ramos, Eduardo Vargas, Evaristo López, Elías Gutiérrez y Enrique Montaño.
La Molinera daba trabajo a 300 personas en tres “pueblos” (turnos). Para la mayoría de los trabajadores la jornada empezaba a las 6 de la mañana y terminaba a las 6 de la tarde; doce horas diarias por un salario de un peso con ochenta centavos.
Estas condiciones laborales propiciaron a fines de 1923 la primera huelga ocurrida en Cajeme.
Un grupo de trabajadores encabezados por Ignacio Cantú, Cruz Ibarra, Calixto Urquídez y Manuel Félix, solicitaron ante Noon la implantación de la jornada de ocho horas, petición que fue ignorada por los directivos de la empresa.
En respuesta a este desaire, los trabajadores realizaron un paro que inició con el primer turno, a las 6 de la mañana, y duró hasta las 4 de la tarde cuando el presidente municipal de Cócorit, Feliciano Anaya, anunció que la empresa había aceptado implantar la jornada laboral de ocho horas diarias.
A los pocos días de haber concluido el conflicto, los dirigentes de los trabajadores fueron despedidos de su trabajo sin recibir la debida indemnización.
Entre los cajemenses que trabajaron como obreros de la Compañía Molinera estaban, además de los ya citados, Carlos Portillo, Miguel Ayala Soto, Antonio Parra, Francisco Martínez Rojas, Francisco Flores, Jesús Panduro, Francisco Portillo y Pedro Sierra Ruiz.
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