El verdadero temor que existe con la anunciada pelea entre Floyd Mayweather Jr y Connor McGregor no descansa en que termine siendo fiasco —eso se espera—, sino en todo lo contrario.
Si este show, entre un ex retirado boxeador de 40 años y un peleador de artes marciales mixtas (MMA) que nunca ha disputado un combate bajo las reglas del boxeo, resulta en un choque entretenido o al menos legítimo, el deporte del pugilismo sufrirá otro golpe bajo.
Un resultado positivo de esta farsa desnudaría irónicamente las más oscuras falencias de un deporte que cada día sigue perdiendo seguidores y credibilidad general, mientras cede en popularidad precisamente ante la MMA.
Imaginen que el encuentro del 26 de agosto próximo en la T-Mobile Arena de Las Vegas acabe siendo mejor que aquel protagonizado recientemente por Saúl "Canelo" Álvarez y Julio César Chávez Jr.
Y seguramente que será más agradable considerando la irresponsabilidad de Chávez Jr y la falta de oficio del "Canelo", ambos inflados en sus respectivas categorías.
El primero se ha destacado exclusivamente por protagonizar escándalos, mientras que el segundo vende más por su imagen que por su calidad boxística (Mayweather, el único rival realmente peligroso que ha enfrentado, lo humilló; y hasta el tímido Erislandy Lara lo enredó en una pelea de jueces disparatados).
McGregor, un fanfarrón sin nada que perder y mucho por ganar —se estaría embolsando $127 millones en el inusual pleito— seguramente tratará de arrancarle la cabeza al invicto "Money" en una aventura absurda, pero sin duda más atractiva que el aburrido combate entre el propio Mayweather y Manny Pacquiao de 2015.
Así las cosas, la pelea McGregor-Mayweather solo confirma la decadencia de un deporte que comenzó a cavar su propia tumba al establecer el sistema de pay-per-view para ver combates a través de la televisión y permitir la proliferación de tantos organismos al frente de la actividad.
Ni siquiera Mayweather, el gran dominador del pay-per-view y uno de los atletas mejores pagados del mundo en los últimos años, pudo rechazar la oferta—más que la tentación— de protagonizar un circo ante el tatuado irlandés en una pelea sin título ni dignidad.
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