Me gustaría tener la voluntad de Margarita Zavala y dejar el PAN, afirma una mujer con sobrepeso frente a una canasta de donas, conchas y cuernitos, en un meme que circuló en redes sociales en las últimas horas. Ingenio aparte, no son esas las razones por las cuales la ex primera dama abandonó al PAN, aunque ciertamente debió exigirle un enorme esfuerzo de voluntad renunciar al partido de sus amores.
Desde luego, obedece también a un cálculo político. Por un lado, cada vez es más evidente que los calderonistas perdieron el control del partido y, en esa medida, las posibilidades de que Zavala se convierta en la abanderada del blanquiazul a la presidencia. La decisión del PAN de optar por una candidatura común con el PRD y el Movimiento Ciudadano en las elecciones del 2018, hacían aun más cuesta arriba las esperanzas de doña Margarita. Los nuevos aliados podrían estar de acuerdo en aceptar que el candidato salga de las filas del PAN, pero nunca si ese candidato es la esposa de Felipe Calderón. Una cosa es que la antigua izquierda esté dispuesta a abandonar sus convicciones, otra muy distinta ponerse al servicio del calderonismo, el grupo político que según sus propias denuncias despojó ilegalmente al perredismo de su victoria presidencial doce años antes.
Por otro lado, si bien es cierto que las posibilidades de Zavala son mucho menores como candidata ciudadana que como abanderada del PAN, al menos tendrá la seguridad de ver su nombre en la boleta electoral. Y nunca se sabe, si el candidato del PRI se desinfla en el camino, ella podría convertirse en la opción B del aparato oficial. Porque no tengamos ninguna duda: el primer beneficiado con la ruptura de Margarita Zavala con el PAN es Enrique Peña Nieto. La única manera en que el PRI puede aspirar a ganar la presidencia es mediante la fragmentación del voto antipriista. Para derrotar a Andrés Manuel López Obrador necesita que los ciudadanos inconformes, que son la gran mayoría, repartan su voto entre muchos candidatos. El aspirante por el Frente (PAN-PRD) atraerá a millones de ellos, pero Margarita Zavala y otros candidatos independientes podrían captar a muchos otros.
Se dice, y con razón, que el voto duro priista (las clientelas vinculadas a sus organizaciones populares y a las políticas asistenciales) asegura alrededor de un 30 por ciento de la votación. Ello podría ser suficiente para triunfar si consigue que el 70 por ciento restante se diluya entre otros partidos y candidatos, y para ello requiere muchos nombres en la boleta. La renuncia de Margarita Zavala al PAN se traduce al menos en dos opciones a cruzar procedentes de la derecha.
Además, en el caso de que el PRI perciba que su voto duro no alcanza para superar a Morena, la opción de los calderonistas es lo segundo mejor que puede pasarles, particularmente si estos contienden con una casaca no partidista, como es una candidatura ciudadana. Los senadores vinculados a Calderón se han inclinados ya a favor de posiciones priistas, de espaldas a los intereses del PAN. Muchos consideran que Felipe Calderón fue un factor en la elección de Peña Nieto en 2012 por el escaso apoyo que otorgó a Josefina Vázquez Mota, candidata panista. No sería extraño que Peña Nieto devolviera el favor si eso opera en su propio beneficio.
Andrés Manuel López Obrador ha festejado la inminente ruptura entre Zavala y el PAN. Tengo la impresión de que en ese sentimiento la animadversión que le inspiran los calderonistas domina a la razón. No me parece que sea un desenlace que lo favorezca. Es cierto que en las encuestas de intención de voto Zavala es el competidor más cercano al tabasqueño y que sin la estructura partidaria que supone el PAN, será una candidata mucho menos peligrosa. Pero también es cierto que con el membrete de ciudadana podría atraer votantes inconformes con el PRI. Amén de que, como se ha dicho arriba, fragmenta el voto al multiplicar las opciones en la boleta electoral.
Otro que podría salir ganando con la decisión de Zavala es Miguel Ángel Mancera. El hecho de que el PAN se quede con Ricardo Anaya y con Rafael Moreno Valle como principales precandidatos, ninguno de los cuales se caracteriza por su carisma o popularidad, ofrece una tenue esperanza al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que parecía haberla perdido. En principio el PRD solo sería acompañante del PAN en la campaña presidencial, pero en caso de que los bonos de Anaya y de Moreno Valle sean tan bajos que anticipen la derrota, Mancera podría ser un último recurso dentro del Frente formado por estos partidos.
Y desde luego, nadie pierde tanto como Acción Nacional. Algo podrido debe estar pasando para que los dos únicos presidentes de la república que ha logrado colocar este partido, Vicente Fox y Felipe Calderón, terminen operado en contra del propio PAN.
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