El tapanco está listo para recibir a las ánimas de quienes fueron familiares, amigos, compadres. Sobre él están al atole de maíz, el chichiquelite con hueso, rico wakabaki, la carne con chile, el atole de bledo.
La comida preferida del difunto lo espera y si no se la come, ya vendrán los vivos a dar cuenta de ella.
En la celebración del Día de Muertos en la etnia yaqui, se festeja antes a los angelitos, a los párvulos difuntos, y después a los adultos, comenta Trinidad Ruiz.
El 1 de novimenre inicia la celebración en la Guardia Tradicional, después los vivos se van a las casas de las cantoras y de allí a recorrer la comunidad. Esto puede empezar a las 10:00 de la mañana y terminar en la madrugada del día siguiente, explica la directora del Centro de Culturas Populares e Indígenas de Cajeme.
La comida en el tapanco debe estar destapada para que las ánimas puedan disfrutar de ellas y una vez concluido el ritual se repartirá entre las personas que participaron en la velación.
El ritual es una bella expresión del pensamiento mágico religioso que rige a la tribu desde la llegada de los españoles. Realidad y fantasía se complementan, aquí todo puede ser.
Un hombre relata que vio a las ánimas de sus antepasados una madrugada que salió al monte para cortar los horcones del tapanco.
Los vio llevando café y comida, estaban muchos conocidos menos a sus familiares por lo que decidió llevar comida para los suyos, asegura Trini Ruiz.
Para los habitantes de la ciudad que quieren asistir a la celebración con interés genuino, sin faltar el respeto a la intimidad del fervor religioso indígena, Trini recomienda permanecer en los pueblos yaquis el 1 de Noviembre, entre las 8:00 y 11:00 de la mañana.
Es una celebración centenaria que no alteran el tiempo ni circunstanias del día. No debe alterarla la división interna por el gasoducto, como no la alteró las del acueducto ni las broncas del Paticy.
Aquí el tiempo se detiene para dar paso a la espiritualidad atemporal que guía la vida de la tribu. Nada es efímero, todo es eterno.