Desde tiempos inmemoriales son comunes las historias de brutalidades contra el botín de guerra que son las mujeres por parte de las tropas en tierra conquistada o no. Los soldados están programados para matar. Es obvio que de alguna manera los obligan a despreciar la vida humana. Se les exige no sentir piedad y combatir sentimientos como el amor, la ternura (lea o relea el libro “1984” de George Orwell).
Así haya muchos soldados estadunidenses que se casaron después de las guerras mundiales del siglo XX con mujeres de los países invadidos, hay también siniestras historias de violaciones y abusos sin fin en los países ocupados, por supuesto en nombre de la democracia. No hablemos ya del sadismo de las tropas en Iraq, Afganistán y Guantánamo. Con el también más que evidente y nunca curado racismo anglosajón contra los de piel más o menos oscura; en India son infinitas las historias de niñas violadas, literalmente trituradas y ¡tiradas a la basura! durante el “Raj”, la dominación británica. Y a final del siglo pasado, como si no hubiera habido bastantes guerras, en la horrible que inventaron “los aliados” para desmembrar a Yugoslavia y librarla de su “contaminación” musulmana, las violaciones de mujeres constituyeron una siniestra estrategia de limpieza étnica contra albaneses y kosovares.
El terrible asunto conocido como “Las muertas de Juárez” en tiempos en que el panista Francisco Barrio era gobernador de Chihuahua y aparentemente no hizo nada para pararlo en seco, se empezó a sospechar que gente muy poderosa y hasta intocable estaba tras ese horror. Por alguna razón aquel libro empezó a trotarme en la mente, pero sólo recientemente ví en un artículo “Utopia”, de Eduardo Ibarra Aguirre en su revista Forum, la mención de una base militar cercana a Ciudad Juárez: “Para la nueva fiscal especial para delitos de violencia contra las mujeres, Guadalupe Morfín Otero, alrededor de la cuarta parte de los 400 homicidios cometidos en Ciudad Juárez, Chihuahua, se deben agotar las hipótesis que señalan la existencia de asesinatos seriales y la comisión de esos delitos como parte de ritos de iniciación”. Habló de hipótesis clave soslayadas hasta hoy, e Ibarra en su artículo menciona la de tráfico de órganos y la posible participación en los crímenes de soldados de Estados Unidos, establecidos en la base militar de El Paso, Texas”.
¿No habrían osado nuestros políticos investigar siquiera la línea de la base militar de El Paso entre otras ? Claro que no.¿Cómo van a molestar con una sospecha sucia de tantos y espantosos feminicidios a los inversionistas de las maquiladoras o a la Army que hoy va a venir a unirse y mandar a nuestro ejército a través de la Iniciativa Mérida? A los soldados - piensan sus jefes, los presidentes - hay que defenderlos contra los ciudadanos y ocultarles todos sus desmanes . Se dice además que hay políticos importantes implicados en la monstruosidad.
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