Simone de Beauvoir
Simone de Beauvoir
Sábado 08 de Marzo de 2008
El primer tomo de El segundo sexo se publicó en junio; en mayo había aparecido en Les temps modernes el capítulo sobre “La iniciación sexual de la mujer” al que siguieron en junio y julio los que tratan de “La lesbiana” y “La maternidad”. En noviembre salió en Gallimard el segundo volumen.

He dicho cómo fue concebido este libro: casi fortuitamente; al querer hablar de mí me di cuenta que tenía que describir la condición femenina; ante todo consideraba los mitos que los hombres han forjado de ella a través de las cosmologías, las religiones, las supersticiones, las ideologías, las literaturas.
Trataba de poner orden en el cuadro, a primera vista incoherente, que se me ofrecía: en todo caso el hombre se ponía como el Sujeto y consideraba a la mujer como un objeto, como la Otra.
Esta pretensión se explicaba evidentemente por circunstancias históricas; y Sartre me dijo que yo debía indicar también las bases fisiológicas.
Era en Ramatuelle; hablamos de ello largamente y vacilé: no había pensado escribir una obra tan vasta. Pero, en efecto, mi estudio sobre los mitos quedaba en el aire si no se sabía qué realidad cubrían. Me sumergí pues en libros de fisiología y de historia.
No me limité a compilar; hasta los científicos, y de los dos sexos, están imbuidos de prejuicios viriles y traté de recuperar, por detrás de sus interpretaciones, los hechos exactos.
En historia inferí algunas ideas que no había encontrado en ninguna parte: enlacé la historia de la mujer con la de la herencia, es decir que se me apareció como un contragolpe de la evolución económica del mundo masculino.

Me había puesto a mirar a las mujeres con unos ojos nuevos e iba de sorpresa en sorpresa.
Es extraño y estimulante descubrir bruscamente a los cuarenta años un aspecto del mundo que hiere la vista y que uno no veía.
Uno de los malentendidos que ha suscitado mi libro consiste en que se ha creído que yo negaba toda diferencia entre el hombre y la mujer: por el contrario, al escribirlo medí lo que los separa; lo que sostuve es que esas desemejanzas son de orden cultural y no natural.
Me puse a contar sistemáticamente cómo se crean desde la infancia hasta la vejez; examiné las posibilidades que este mundo ofrece a las mujeres, las que les rehúsa, sus límites, sus frustraciones y sus oportunidades, sus evasiones, sus realizaciones.
Así compuse el segundo volumen: La experiencia vivida.

Sólo trabajé dos años en esta obra. Tenía conocimientos de sociología y psicología. Debía a mi formación universitaria eficaces métodos de trabajo: sabía clasificar y examinar rápidamente los libros, eliminar los que sólo eran plagios o fantasías; hice un inventario casi exhaustivo de todo lo que había aparecido sobre el tema en francés y en inglés; éste ha suscitado una enorme literatura pero, como en muchos otros casos, sólo cuenta un pequeño número de estos estudios.
También me beneficié, sobre todo para el segundo volumen, del interés que durante años habíamos tenido Sartre y yo por la gente: mi memoria me proporcionó abundantes materiales.

Tomado de La fuerza de las cosas , Sudamericana, 1971. Traducción de Ezequiel de Olaso.
 
 

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