La ventaja de AMLO es irreversible, afirma experto
Julián Atilano / The Huffington Post
Jueves 14 de Junio de 2018

Se señala en todas las encuestas, se comenta en los medios de comunicación y está presente en la conversación pública dentro y fuera de las redes sociodigitales: la ventaja de Andrés Manuel es irreversible. En ese contexto situaré la lectura del tercer debate, enfocándome en la participación de los candidatos.

Ricardo Anaya está a punto de naufragar. Perdió el norte en febrero, antes de comenzar la campaña. El queretano no ha podido deslindarse de las acusaciones sobre lavado de dinero. No ha logrado posicionar alguna de sus propuestas en la agenda pública. Está atrapado en el laberinto de la ambigüedad: cuando comienza a crecer dice que podría construir alianza con Peña Nieto y cuando comienza a bajar dice que investigará al presidente. No queda claro si pretende construir una candidatura en oposición a López Obrador o a Peña Nieto.

Anaya estuvo intranquilo en el debate, se exasperó e interrumpía cada que sus contrincantes lo señalaban. Cuando se abría la toma se le veía desesperado buscando qué mostrar entre su infinito repertorio de láminas. Carga con el peso de quien ha repetido que puede ganarle a López Obrador. Ninguno de sus golpes fue certero. Llegó envuelto en un video escándalo que circuló durante varios días en las redes sociodigitales y en los noticieros, aumentando la percepción negativa en su contra.

Muchos de sus potenciales aliados lo quisieran ver en tercer lugar, principalmente el grupo de panistas ligados a Felipe Calderón y a Margarita Zavala. Su candidatura se logró sin legitimidad al interior del PAN, en lugar de negociar con las distintas fuerzas internas amagó con el apoyo del PRD y Movimiento Ciudadano.

El desempeño de José Antonio Meade ha sido el mismo en todos los debates. No cambió de estrategia, lo cual puede favorecerlo frente a la desesperación de Ricardo Anaya. Paradójicamente una de las fortalezas del priista es defender al actual gobierno, ya que este ha beneficiado a sectores de la población por el simple hecho de ejercer presupuesto. Es visible su experiencia en el sector público y en ciertos temas es el más preparado. Se le ve tranquilo, su candidatura no carga con expectativas. Los priistas conocen muy bien el sistema político mexicano y saben que no están en condiciones de ganar, pero sí de sobrevivir.

La estrategia es debilitar a Ricardo Anaya y atraer al electorado que preferiría votar por Meade antes que por López Obrador. Quedar en segundo lugar significa convertirse de manera natural en la oposición del próximo gobierno. A diferencia del PAN o del PRD, el PRI llega unido. Se respetó el ritual del tapado y en el momento adecuado cambiaron al presidente de su partido. La disciplina partidista es la principal fortaleza del priismo, pero sirve de poco cuando al mismo tiempo se es el partido más desprestigiado. El PRI y el gobierno de Peña Nieto son el destinatario del hartazgo social.

Sin embargo, si Ricardo Anaya queda en segundo lugar, el panismo tendría que rearticularse y rotar su dirigencia de manera ordenada para convertirse en la oposición de Morena. Además, a diferencia del PRI, una de sus ventajas es su posición en el espacio ideológico. Por más que el PES esté en alianza con Morena, el monopolio de la derecha lo ocupa el PAN. En ese escenario el priismo transitaría a su debacle. Aunque suene increíble, en el corto plazo podría desaparecer. Ya lo dice Héctor Lavoe: todo tiene su final, nada dura para siempre.

Jaime Rodríguez Calderón El Bronco es el hijo de la impunidad. Su intrascendente participación es resultado del Tribunal Electoral y de los oscuros intereses que operaron a su favor. Mediante la trampa llegó a la boleta, ya que el electorado se pronunció enfáticamente cuando le negó su firma. El problema no es que un personaje como él haya llegado, sino cómo llegó. Su desempeño es el mismo, una serie de ocurrencias hacia ningún lado. A veces ser políticamente correcto y cuidar tanto las formas deriva en lo absurdo, y hace que en cadena nacional –con toda solemnidad– se discuta sobre la propuesta de cortarles las manos a los delincuentes.

Andrés Manuel estuvo relajado. En cada uno de los debates ha cambiado de estrategia, la cual pareciera que se construye in situ. Según el pájaro es la pedrada. Fue su mejor debate, se le vio más articulado y mediáticamente es contundente cada que menciona su humilde ventaja. Sus contrincantes se descolocan. Aunque repitió su cansado discurso, el debate le sirvió para reforzar su ventaja y proponer a quien sería la próxima directora del Conacyt: María Elena Álvarez-Buylla Roce.

Llegó al debate con el respaldo simbólico que representa una encuesta financiada por la Coparmex, que señala una amplia ventaja de López Obrador. Lo cual no es cosa menor, ya que legitima el proceso y envía un llamado a cualquier actor que pretenda enrarecer la elección. A nadie le conviene, y menos al sector patronal, que el país se desestabilice. Además, hay una cargada a su favor, proveniente de corporaciones, grupos políticos y económicos. Sin olvidar su base de simpatizantes, que lo ha apoyado desde 2006.

El resultado de esta elección será un gran voto de castigo a un régimen político. Así se entiende cómo una persona que llegó a tener el mayor nivel de percepción negativa ahora representa la esperanza. Ante un escenario de crisis política y hartazgo social, Andrés Manuel construyó una narrativa sobre dicho momento político. Hablar sobre la mafia del poder, la corrupción y la pobreza son elementos que sostienen su lectura, amalgamada con su austeridad. Su proyecto está en centro de la conversación pública.

Finalmente, esta elección está definida. La sorpresa no será quién ganará, sino cómo y entre quiénes se distribuirán las cámaras, quiénes construirán la oposición, quién quedará en segundo lugar y qué partidos ganarán las contiendas a nivel subnacional; por mencionar algunas preguntas. La moneda está en el suelo.

 

 

 

 
 

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