Con todo y que lució llena la Arena Itson, fue un evento de mero trámite para la foto y lucimiento de los organizadores porque ni las porras de los ambientadores ni el discurso del candidato presidencial José Antonio Mead logró contagiar a los miles de asistentes.
Si bien a nivel de cancha atiborraron con selfies al candidato por la Coalición Todos por México, al llegar y retirarse del inmueble, para la gran mayoría sus palabras y arengas pasaron inadvertidas, pese a que “traían la camiseta bien puesta” que les obsequiaron en un kit que incluía cachucha, calca y pulsera.
Quienes más aprovecharon el mitin fueron el candidato a la alcaldía Emeterio Ochoa y Rogelio Díaz Brown, los más aplaudidos, además del padrino de padrinos, Manlio Fabio Beltrones, que su sola mención en el recinto provocó que la cúpula priista le mostrara de pie sus respetos.
To Mead or not To Mead
“Que se escuche, toda la gente de allá arriba: Pepe presidente”, pedía la animadora que obtenía una lánguida respuesta. Luego un “cómo se escucha la raza recibiendo a Pepe Mead”, mientras el candidato saludaba con sus brazos y apenas lograba que se agitaran las banderas con su apellido.
Otro intento más: “Y con Pepe Mead vamos a ganar”, pero la reacción fue como si se hubiera fallado el sonido. La batucada de los Chepes suplía el escaso ánimo de los presentes, distantes al optimismo de la animadora.
Sobresalía el tema que presume del orgullo de ser priista: “Somos orgullo, somos colores, somos la gente somos millones, somos tu escudos, somos pasión, con la bandera en el corazón…todos con México, todos con México”.
Ni siquiera cuando abordó un tema crucial, el candidato pudo sacar de su letargo a los simpatizantes. “El agua no va dividir a Sonora, la va mover hacia delante y la va potenciar”. Aplausos por compromiso, de mera cortesía.
Yo les pregunto en esta elección, contamos con ustedes? José Antonio Mead no espera y antes de recibir la respuesta, el mismo candidato se contesta: “contamos con todas y todos ustedes”.
“Este 1 de julio con su apoyo, vamos a ganar”, repetía con la pasión de una estatua el 5 veces secretario de Estado y acto seguido un niño sube al templete, se le acerca al candidato, lo abraza y lo saluda. Algo le dice en corto.
El candidato despeja la duda y se juega la última carta para generar un aplauso sincero: “Dice acá el joven ilustre, que vamos a ganarrr!! Pero esta vez tampoco funciona su grito de guerra, es un condenado al siga participando.
No fue el mitin de un candidato triunfador, lo que se celebró en el coloso de la calle Kino fue una misa de ateos, claro, que en algunos momentos simularon ser los más fervientes a la candidatura presidencial de uno no priista. En el mejor de los casos, fue un evento para ensayar el día D.
Es el ánimo de la derrota por tercera ocasión que se resisten a aceptar en la “tierra más priista de toda la República Mexicana”, a decir de uno del candidatos, conocido como El Emy-rrey, muy proclive al blof y la lisonja a todo pulmón.