Gota a Gota IV
Esa mañana algo sub-consiente lo obligó a levantarse... Durante la noche tuvo pesadillas, reiteradas escenas de las que, por primera vez no quería despertar, se veía luchando junto con “Santo el Enmascarado de Plata” contra los villanos de todas las historias por haber… ¿Santo y ahora qué haremos? Preguntó…Mira Solim, la fuerza de la mente es algo impredecible, ni los monstruos saben lo poderoso que puede ser la señal de la cruz. Santo, ¡yo no soy Solim ¡para los villanos si lo eres, una persona poderosa que nunca has sabido el poder de una decisión, una mente sometida por las telenovelas, los vicios y el confort de no tener nada, de vivir al día y no tirar la toalla del desencanto.
Las iglesias dicen que hay que vivir en paz, no desear más de lo que te da la vida. Sí, pero también te dicen que tienes un libre albedrio para quitarte las cadenas de la ignorancia y creer en ti. Recuerda bien, al ver o sentir el monstruo que siempre te ha acechado dibuja en el aire una cruz, dijo el santo y desapareció.
Empezó a caminar y vio a lo lejos una luz al final del túnel, pero antes de entrar, una serie de monstruos se fueron apareciendo para impedir el paso como siempre: Un policía con tolete, igual al que lo había golpeado inmisericorde sin deberla ni temerla en la noche del grito, solo por la mala suerte de haber corrido por el lado en que se fueron los agitadores. ¡Señor, por dios no me pegue, yo solo vine al grito!
Sintió como reiteradamente pintaba su tolete con la sangre que brotaba de su cabeza. Tirado en la calle, los demás granaderos pateaban sonrientes mientras corrían, su humilde cuerpo de obrero de maquiladora. Lo vio ahí, pintado de colores con los que se tapa la vergüenza de sus atrocidades, de su impunidad pidiendo clemencia, gritando que ya no será malo, que todos merecen otra oportunidad, que, si cree en él, ahora sí cumplirá con lo que marca la ley.
Se armó de valor, cerró los ojos a las promesas vanas, sus oídos al repiqueteo constante de radios y televisores sobre la necesidad de lavarse el cerebro bajo el musical y anaranjado slogan de “ más vale mal por conocido que bueno por conocer” sacó un crayón de sus ropas y dibujó una cruz exorcizando los aires, el monstruo se tambaleaba, aullando de dolor en busca de clemencia, eso enardecía a Solim, quería vengarse de todas las afrentas recibidas, cuando lo despidieron sin indemnización amparándose en la ley patronal, de quienes le pusieron agua en inyecciones para curar el cáncer de su pequeña y fallecida hija, de aquellos que le quitaron su casita en el pueblo y lo obligaron a emigrar por amenazas de venganza en caso de queja. No, aunque se revolcara de dolor el monstruo, tomó el crayón y dibujó en papel exprofeso su última y decidida maldición mientras la visión se hundía en los infiernos… ¡Bravo Solim! Escuchó una voz en alguna parte de su sueño…
Una sonrisa malévola lo acompañó en la fila, siguió con él cuando entró en la casilla, recordando su sueño, con firmeza apoyó el crayón en el color que nada tenía que ver con cada uno de los monstruos.
Depositó sus boletas y sintió como sus cadenas se caían una a una, detrás de él, el Santo aplaudía su acertada decisión. Seguro de sí mismo, empezó a golpear como penitencia, a puño cerrado en señal de satisfactoria venganza, la palma de su mano, cada golpe una afrenta liberada acompañada de malévola sonrisa.
En su camino a casa, toda la gente enseñaba la tinta indeleble de su dedo pulgar en la complicidad subconsciente del ¡Se Jodieron! mientras cada uno de ellos liberaba al unísono, una afrenta en cada golpe de su puño en la monstruosa palma de su mano. Es cuánto.