Sumergido en el sueño profundo de las 3:00 de la madrugada, Javier fue sacado brutalmente de su inconciencia por un golpe seco que lo estremeció de dolor y espanto. 

En la oscuridad de su recámara aún no alcanzaba a comprender qué estaba pasando cuando otro golpe lo sacudió y entonces comprendió que era víctima de dos hombres, ladrones al parecer, que seguían golpeándolo con un machete y con las manos hasta tirarlo al suelo donde lo pusieron boca abajo y le ataron las manos.

Enseguida vinieron los gritos amenazantes y la orden de que les diera todo el dinero y joyas que tenía o lo iban a matar. Como pudo Jaiver alcanzó a decirles que no tenía gran cosa pero les daba lo poco que había en su cartera y en su casa. Mientras él yacía atado en el suelo, los tipos buscaron en todos los rincones de la casa, tiraron lo que había en cada cajón, y al final le quitaron las llaves del carro donde subieron lo robado y emprendieron la huida.

Aturdido por los golpes llamó a la policía. La patrulla no llegó de inmediato, como prometen los del C4 y el 911, sino muchos minutos después, cuando los ladrones seguramente estaban ya lejos de la colonia donde ocurrieron los hechos, un sector de clase media al sur de la calle 200.

Por suerte, dice Javier, esa noche estaba solo en casa pues su familia se encontraba fuera de la ciudad.

Esta "suerte" de Javier no la han tenido otras familias que han sido atracadas estando ellas en el interior de sus casas, porque ahora los delincuentes no esperan a que los inquilinos se vayan de vacaciones o en horas cuando las viviendas están solas. 

Entran a cualquier hora, de preferencia en la madrugada, someten a los inquilinos y se retiran sin ser detenidos. Las víctimas están expuestas incluso dentro de sus moradas donde han sido ultrajados por delincuentes que actúan de manera impune.

Una variante es el asalto a fiestas, donde los asistentes son sometidos por sujetos armados que los obligan a entregar sus objetos de valor (teléfonos celulares y otros). En el caso más reciente un hombre joven, cobrador de Banco Azteca, fue asesinado en una fiesta donde uno de los ladrones que sometieron al grupo le disparó con una pistola.

Así el caso de Javier no es extraordinario, como no lo es la impotencia y frustración agobiante que ha experimentado ante el nulo apoyo de las autoridades.

Golpea igual indiferencia de autoridades

No fue solo la reacción tardía de los policías que llegaron a su casa con tardanza. También golpea, dice Javier, la indiferencia con la que fue atendido cuando presentó su denuncia ante un ministerio público.

"En pocas palabras", comenta, "el secretario auxiliar del MP se deslindó pero se protegió a sí mismo y a su jefe, el titular del MP, con argumentos vagos".

Poco después insistió y en respuesta le dijeron que agentes de investigación irían a su casa. Eso ocurrió varias semanas después, solo llegaron para hacer algunas preguntas y enseguida se fueron.

"Me da la impresión que sólo acudieron para cubrir un expediente porque desde entonces no me han llamado ni me han dicho que haya algún sospechoso o una esperanza de que al menos están haciendo algo".

Aunque esto no es nuevo para él. El año pasado también fue víctima de un robo en su casa y puso la denuncia correspondiente. Desde entonces no ha pasado nada, ni una visita de agentes periciales o una llamada por teléfono. Nada.

"Con los dos robos ya suman cerca de 200 mil pesos lo que me han quitado", expresa resignado.

Ha regresado dos o tres veces ante el Ministerio Público para indagar sobre el avance de la investigación, "pero ahora me piden que lleve a dos testigos".

Faltan agentes del MP: Indira Contreras

La situación de Javier puede ser la misma de cientos de personas. Esta semana la recién nombrada Fiscal de Justicia del Estado, Claudia Indira Contreras, explicó que esto se debe a la escasez de agentes del MP en Sonora.

"En otros estados tienen un promedio de 28 agentes del MP por cada cien mil personas; en Sonora solo tenemos dos en promedio".

El primer paso, dijo la nueva Fiscal, es solicitar un presupuesto que permita incrementar cuando menos a 10 AMP por cada cien mil personas en Sonora.

Mientras tanto, casos como el de Javier seguirán estancados en el cúmulo de expedientes sin resolver o "en proceso" quien sabe hasta cuándo, mientras los asaltos domiciliarios continúan incrementándose.