Indignación, tristeza, enojo y hasta lágrimas infantiles se mostraron frente a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, donde la mañana del viernes el sacerdote Julio César Mendoza Acuña fue encontrado herido. Minutos más tarde, murió en el hospital.
Su compañero, Francisco Guzmán Carreón, encargado de la Pastoral Penitenciaria, llegó al templo el jueves por la noche. Subió a buscarlo a su habitación de la casa parroquial ubicada en el número 10 de la calle Cajéme, en la colonia Obregón, delegación Venustiano Carranza.
Lo llamó, pero al no obtener respuesta lo buscó hasta encontrarlo en el baño de su habitación. Estaba amarrado de pies y manos con cinta canela, amordazado, con los pantalones abajo de las rodillas, con la nariz rota, dos grandes heridas en la cabeza y rodeado de sangre, según la versión de los paramédicos de la ambulancia 47 de la Cruz Roja.
Lo llevaron al hospital Balbuena, pero dos horas después, perdió la vida.
Tenía 33 años y alrededor de 10 de haber llegado a esa parroquia. Era de Ciudad Obregón, Sonora, y también se desempeñaba como director de la primaria privada y de educación católica Tirso de Molina.
Las decenas de personas consternadas que se reunieron en la puerta de la iglesia resaltaban sus bondades: “Era muy alegre; no tenía problemas con nadie”.
Los primeros informes policiacos indicaron que el homicidio fue por robo, pues al parecer, el o los responsables se llevaron una computadora portátil y una camioneta Jeep Liberty, entre otras pertenencias de la víctima.
Datos de la Fiscalía de Delitos Sexuales de la Procuraduría capitalina descartaron que haya sido abusado. El crimen quedó en manos de la Coordinación Territorial Tres en Venustiano Carranza.
El homicidio, que horrorizó lo mismo a adultos mayores que a jóvenes y niños que participaban en los grupos que organizaba el religioso, no es el único delito que ha ocurrido en el lugar.
“Hace dos años abrieron la iglesia de noche y se robaron algunas cosas, pero no le hicieron daño a nadie”, narró el señor Pablo Hernández.
Las colonias aledañas a la Obregón, donde ocurrió el hecho, son la Sevilla, Paulino Navarro y Magdalena Mixuca; donde se ubica el predio La Marranera que es refugio de maleantes. En esas zonas, de acuerdo con los vecinos, los robos de autopartes y asaltos a transeúntes se ha incrementado en los últimos meses.
“Era muy alegre”
En la misa del mediodía del domingo pasado el sacerdote preguntó a los fieles que quién sabía los 10 mandamientos. “Nos traía bien cortitos con los sermones. Hablaba medio brusco, pero clarito porque era del norte”, decían en la puerta del templo, mientras esperaban el cuerpo para velarlo.
Decenas de personas miraban incrédulas el lugar y se abrazaban con llanto. Otras más pasaban en sus coches pregúntando a qué hora sería el velorio. No lo creían.
“Julio”, como lo llamaban los adolescentes del Movimiento Juvenil Mercedario que formó a su llegada a la parroquia, “Era muy relajiento pero siempre respetuoso, sobre todo con las mujeres. Todo se le iba en juego. Era bien bailador. Nos llamaba burros y siempre hacía un gesto chistoso con la boca. Era como nuestro hermano mayor”, dijeron.
Hasta el cierre de esta edición se tenía planeado velarlo en la calle y hacer una misa el domingo.
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