La fachada del edificio priista es el rostro del partido en Cajeme y quizás en todo México. 

Un rostro triste, de abandono, sin un rastro de alegría que refleje el 90 cumpleaños de la institución que concentró casi todo el poder político en México hasta hace nueve meses y hoy languidece como un ser a punto del colapso final.

El poster de la campaña electoral de Anabel Acosta permanece en la parte alta de la fachada como un reflejo de apatía, de no tener fuerzas ni para quitar una imagen de optimismo que muy pronto se ha vuelto anacrónica. 

Nadie, ni siquiera su dirigente local, Andrés Rico, o el estatal, Ernesto de Lucas, alzó la voz para brindar o hacer un alusión al aniversario del PRI. En las cuentas de twitter de ambos no aparece un comentario alentador para los priistas.

Hace unos días el hoy expriista Ricardo Bours comentó ante un grupo de periodistas que estuvo en la sede del partido, calle Sinaloa al sur, pero no encontró a nadie. La puerta estaba abierta y se metió hasta la oficina del dirigente sin toparse con nadie.

Tal vez sea exagerado decir que el PRI está en fase terminal. Una institución como esta no desaparece de la noche a la mañana. Pero hoy las porras y los vítores, las matracas y las arengas de líderes y militantes han desaparecido. 

Como en los viejos cuentos, en el edificio del PRI Cajeme solo queda el eco de otras épocas, un murmullo apagado en lo que parece ser un edificio fantasma.