Crece asedio a mexicanos indocumentados en Arizona
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Domingo 11 de Mayo de 2008
“Está cabrón... si te agarran te embotellan sin más ni más y allí te tienen hasta que les da la gana... así les pasó a mis compas...”

Es Luis el que habla. Hace una semana regresó a Ciudad Obregón después de vivir casi un año en Phoenix donde estuvo trabajando como ayudante de cocina en un restaurante.

Aunque de manera ilegal, su estancia como trabajador migratorio no le preocupaba gran cosa pues, dice, “podías pasarla sin hacer ruido, sin provocar que te detuvieran”. Así la pasó Luis, trabajando y ganando los dólares que le permitían asegurarse una vida modesta pero económicamente segura en un suburbio de Phoenix.

Su objetivo era afincarse definitivamente en la capital de Arizona y entonces, cuando tuviera permiso para residir allí, “venir por mi morra, casarnos y llevármela pa’llá, donde ella también puede chambear”.

Pero los planes de Luis fueron interrumpidos desde hace dos meses cuando se percató de que iba en serio la aplicación de las nuevas leyes antiinmigrantes en Arizona. Y como él, muchos mexicanos en condiciones similares tuvieron que abandonar sus proyectos de una larga estancia en ese estado.

“Muchos se aferran y algunos tienen suerte, pero cada vez es más agresiva la migra, te persiguen por cualquier pretexto; si vas en automóvil aunque no cometas infracción buscan la manera de joderte”.

Aunque no tiene ningún interés en la política, Luis menciona a las autoridades del condado de Maricopa como “las más racistas y cabronas que presumen de cómo concentran a los mexicanos indocumentados en celdas improvisadas donde los tienen detenidos hasta que les da la gana”.

El temor se ha vuelto la sensación dominante en los indocumentados, dice.

Antes los trabajadores mexicanos la pasaban más o menos tranquilo aunque ganaran menos, comenta Luis. “Más bien era cosa de mala suerte que te cayera la migra”.

Pero eso ha cambiado con las nuevas leyes y hoy nadie la tiene segura, afirma.

Narra lo sucedido a sus compañeros de departamento, jóvenes de Sonora como él.

“Mis compas se fueron a trabajar un día y ya no los volví a ver, hasta que supe que los había agarrado la migra y que estaban detenidos en espera de que los echaran a Sonora”.

Las detenciones, agrega, son peores que antes pues te imponen cargos criminales y si opones resistencia legal te pueden condenar a varios meses, incluso años, de cárcel y al terminar la condena igual te regresan a México.

“En los últimos días yo ya no podía ni trabajar, todo me preocupaba, si andaba en la calle o si estaba en el trabajo tenía que estar al pendiente de que no me cayeran”.

Reconoce que hay otros más valientes que él (“o más necesitados”) que se la están jugando y no les importa la persecución.

“Pero así están cayendo, uno tras otro y muchos al mismo tiempo”.

La situación ha empeorado, señala, porque los patrones gringos ya no quieren contratar mexicanos indocumentados pues es un delito también para ellos, los patrones.

“Y los patrones que sí contratan lo hacen ahora con salarios más bajos, obligan a que uno trabaje por una miseria”.

Ante la advertencia de que esta política contra los documentados persistirá e incluso se irá recrudeciendo, Luis optó por regresar a Ciudad Obregón donde no se resigna aún a tener que trabajar en una maquiladora.

“Ya estuve en dos maquiladoras y no me sirvió de nada, no ganas ni para morirte de hambre”.

Y promete:

“En cuanto pase esto o se pongan las cosas más a modo en Estados Unidos regresaré para allá, si es necesario me iré más al norte de Arizona, donde no haya tanto racismo y persecución de indocumentados. O me iré a Canadá, pero no me quedaré aquí a trabajar por un salario méndigo”.
 
 

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