Si existiera la mitología yaqui, habría que estudiar si Cajeme es más que un mito.
Cajeme, el que no bebe, el que no se cansa. El niño gambusino de California; el adolescente soldado, peleando en contra del filibustero Rousset Boulbon en la defensa de Puerto de Guaymas; del Herrero de Nayarit; el soldado de “leva” del batallón de San Blas.
El soldado del general Ignacio Pesquería.
El perseguidor de Carlos Conant Maldonado, que no pudo tomarlo prisionero porque abandonó el estado de Sonora y que a la postre sería uno de los hombres que transformó el Valle del Yaqui.
Transformación que irónicamente y según como cada quien vea las cosas, para la etnia Yaqui, significó, despojo, guerra, crímenes, destierro, esclavitud. Para los inversionistas nacionales y de allende la frontera, además de la elite revolucionaria trajo progreso
José María Leyva Pérez, alcanzo a vivir 50 años, siempre con azarosa e impetuosa vida. En el que por alguna razón se le llamó “Cajeme”.
El mito o quizá leyenda de “Cajeme”, cargando con la centenaria herencia de sus ancestros y luego él, legándola a sus ascendientes.
Legada primero a Juan Maldonado Waswechia, “Tetabiate”, en su defensa de sus derechos, a saber:
Autonomía, conservando sus costumbres y su gobierno
Posesión de las tierras, sin derecho estas a los blancos, de poseerlas ni explotarlas
El derecho a conservar sus armas.
Inculcando el sentimiento de la independencia, del sacrificio del sometimiento a la obediencia del gobierno y sus autoridades y morir en defensa de lo que consideren suyo, abarcando esto la propiedad y la integridad de sus terrenos. Con esto les inculcaba lo que a su vez habían hecho con él. Que era lo necesario para alcanzar el título de hombre
En la larga lucha de la guerra que enfrentó el pueblo yaqui con el Gobierno de Sonora y el Gobierno Federal, que empezó con crímenes atroces y culminó, si es que ha terminado, con el etnocidio de Porfirio Díaz y la masacre de Álvaro Obregón, en que también figuraron como actores principales, entre otros, Agustín Vildozola, Manuel Bernal Huidobro, General Ángel Martínez,” El Machetero”, y Coronel Luis Torres.
Ellos serian tan solo algunos de los responsable de miles de crímenes contra los yaquis y otros tanto de deportaciones a Oaxaca y Yucatán, destinados a la esclavitud, en el que se incluyen hombres, mujeres, niños y ancianos, esto en diferente tiempo pero en el mismo lugar, es decir el Valle del Yaqui,.
A Cajeme se le honra y se le recuerda, tal vez por costumbre vieja que dicta que hay que hacerlo, esto en medio de una tierra la cual siempre creyó que era de ellos, que la desposeyeron a su tribu.
Esa creencia le fue heredada y él se las heredo a sus ascendientes, solo de voz, de palabra, porque decía que la palabra valía más que un papel escrito
La conversión del hombre que se señala como Torocoyori, cuentan que se dio desde la batalla de Pitahaya.
Luego vendría la batalla de Añil, donde según se cuenta fue el principio de su fin y lo que no pudieron hacer, las balas del gobierno, ni la traición de Loreto Molina, lo hizo una delatora mujer.
La historia probablemente sea injusta o más bien quienes hacen de ella el discurso.
Algunos dicen, quizá esto en un tono romántico que José María Leyva Pérez, no es propiamente “Cajeme”. Que su figura se venía forjando y fraguando desde la primer lucha de los yaquis contra los españoles.
Cajeme se fraguó desde los tiempos de Juan Calixto, Juan María Jusacamea, Juan Banderas, Mateo Barquin .
A Cajeme hubo otros que lo acompañaron en su último viaje de la cárcel de Guaymas a Tres Cruces de Chumanpaco y que también lo acompañaron en su último viaje al otro lado de la vida.
Esos no figuran en la historia ni en los discursos.
Tal vez, los oficialistas de la historia de este pueblo, solo les alcanzó el remordimiento, para incluir en esta fecha y horrar la muerte del héroe mitológico que no bebe y que no se cansa.
Hay muchas cosas y casos que siguen igual, a pesar de las simulaciones.
Antes como antes y ahora como ahora.