Último adiós al Chito Guzmán
Alejandro Mungarro Daniels
Martes 07 de Mayo de 2019

Nació en Ciudad Obregón, el 29 de enero de 1978.

Se llamaba Andrés Guzmán Arellano. Pero le gustaba que le dijeran “Chito”.

Fue el último de ocho hermanos, entre ellas, siete mujeres.

De niño jugaba con carros de hojalata y les ponía sonido con su boca, como si fueran sirenas de las máquinas de bomberos.

Cursó sus estudios de  primaria en la Escuela Adolfo López Mateos, de la colonia Faustino Félix.

Los estudios de secundaria también los cursó en esa colonia, en la Escuela Federal Numero 3.

Ya en la secundaria, el ruido de las máquinas de bomberos le seguían haciendo ruido en su mente y fue ahí, antes de terminarla  y alcanzando los quince años, cuando llegó al cuartel de bomberos, procurando a ver si se le aceptaba como bombero voluntario. El sueño y la ilusión se le cumplieron, lo aceptaron, luego fue presuroso a darles la buena nueva a sus padres; ya era miembro del Heroico Cuartel de Bomberos de Ciudad Obregón y empezó así su carrera en esa dependencia.

Primeramente tendría que estar en la academia de bomberos Uno.

De ahí pasar a la academia de bomberos Dos.

Después de esto pasaría a la formación de bomberos de Línea, donde ya recibía un sueldo.

Su perseverancia lo llevó a escalar grados dentro de esa corporación, hasta llegar ser Oficial, Comandante de Buzos, Paramédico, Jefe de Voluntarios, hasta llegar a Sub Comandante de Bomberos.

Su ímpetu de servir al próximo lo llevó a cursar la carrera de Enfermería, donde alcanzó la licenciatura por parte de La Universidad Autónoma de México. Se recibió y prestó también sus servicios durante varios años, en el Instituto Mexicano del Seguro Social, teniendo especialidad en cuidados intensivos y en hemodiálisis, hasta llegar a  ser Sub Jefe y Jefe de Piso, sin abandonar su labor en el cuerpo de bomberos.

Por su labor de enfermería, se tuvo que trasladar a Guaymas, desde hace aproximadamente tres años, prestando sus servicios en el Seguro Social de aquel Puerto, de donde ya estaba próximo regresar a esta ciudad.

Estando en Guaymas su pasión por servir en el cuerpo de bomberos no despareció, ahí se incorporó de nuevo a esa corporación. Regresaba ahí al punto de partida, volver a ser bombero voluntario, es decir, prestar sus servicios sin recibir sueldo.

Pero intempestivamente la llama de su vida se apagó, hay muchos que dicen que Dios sabe porque hace las cosas, y él  debe de saber porque terminó su vida la noche del sábado pasado.

Pudiera ser paradójico que el “ Chito”  en 26 años que prestó sus servicios en el cuerpo de bomberos y de haber contribuido a salvar muchas vidas, sus colegas no pudieron  salvar la suya, no estuvo a su  alcance  hacerlo.

Dicen que son cosas de Dios y de la Vida.

Con su muerte, al menos nos queda una enseñanza: Con el alcohol no se juega.

Así pues, la imprudencia de un hombre, afectado por el alcohol, acabó con la vida, del “Chito”.

Casi a las seis de la tarde del seis de mayo, su cuerpo fue arropado por la tierra, ante la mirada de cientos  de amigos, de compañeros, de vecinos, de familiares, quienes ante el ulular de las sirenas de los carros de bomberos, muchos lloraban sin ocultar su llanto, otros querían ocultarlo pero no podían, mejor dicho no pudieron. Es que así se siente cuando se va un amigo.

Y mientras las losas de concreto cerraban su sepulcro, ahí se fincaba un recuerdo y las sirenas de los bomberos  estremecen, cimbra. Ante eso, un bombero restregó   sus ojos  con sus manos y alcanzó a decir, ¡Adiós, Adiós, Adiós!.

 

 

 
 

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