¿Por qué corren esos jóvenes despavoridos por el centro de la ciudad? ¿Qué diablos los persiguen como para que huyan con el miedo reflejado en el rostro y la ansiedad por alcanzar un lugar seguro?
No es el diablo, son los policías municipales que tienen órdenes de atrapar a todos los que puedan, llevarlos a las celdas para que así aprendan a portarse bien y no andar de rojillos comunistoides gritando consignas contra el alcalde, el PRI y todo lo que huela a gobierno.
Es la noche del 15 de spetiembre de 1973. En la plaza frente a Palacio la gente se arremolinaba en espera de que el alcalde Hernández Pola saliera a balcón a dar el Grito de Independencia.
Pero esta noche el ritual se descompone con la presencia de cientos de jóvenes revoltosos, así dice la prensa y asegura que están influidos por doctrinas extrañas ajenas a la idiosincracia del mexicano.
Tienen ya casi un año desestabilizando al ITSON y a las buenas costumbres que guardan los buenos estudiantes que se dedican sólo a eso, a estudiar.
Ya basta, hay que darles un escarmiento y el escenario idóneo es la noche del Grito donde se provoca la reyerta y aparecen los policías para detener y subir a las patrullas a los revoltosos.
La estampida los lleva en todas direcciones y algunos tienen suerte porque corren hacia la calle Allende y siguen hasta la Náinari, están a salvo.
Otros alcanzan la calle Miguel Alemán, luego la Jalisco, la Sufragio y a esconderse detrás de las vías, cerca de la casa en Plano Oriente.
Muchos corren por la 5 de Febrero hacia el Mercado Municipal y varios tipos rompen a pedradas escaparates comerciales del centro.
Hubo muchos que no tienen suerte y son atrapados por los agentes quienes arrastrando y a golpes los suben a las patrullas, directo a la Coahuila y 200, donde está el edificio y la policía municipal.
Los más suertudos son sacados por sus padres esa misma noche.
Otros no tienen tanta suerte y son trasladados a la vieja cárcel municipal, por el rumbo de la colonia Matías Méndez.
Joaquín fue uno de los detenidos y recuerda entre risas los días en que él y otros amigos fueron presos políticos, un fin de semana en la cárcel donde pasaban el tiempo jugando ajedrez y suspirando para que fueran sus padres a sacarlos.
Salieron todos, pero la lección servirá a los jóvenes para que no anden de revoltosos ofendiendo al buen gobierno.