Iniciaba la década de los 70s cuando se estrenó el Cinema Obregón, el primero con pantalla para proyectar cintas de 70 milímetros. Hasta entonces la pantalla más grande era la del cine Cajeme, de 35 milímetros.

Ir al Cinema Obregón era algo más que ir a ver películas. Para muchas parejas implicaba ir vestidos con cierta elegancia. Los caballeros se reunían a fumar en una de las dos pequeñas salitas ubicadas junto a la dulcería, allí hablaban de negocios o de mujeres, deportes y política, los temas eternos.

En los años de las manifestaciones estudiantiles -1972, 1973- el gerente del cine ordenó la entrada gratis para los estudiantes del ITSON con el fin de evitar evitar cualquier acto vandálico que pudieran cometer -como romper vidrios.

Eran los tiempos de las películas de Bruce Lee, Alain Delon y charles Bronson. Pero los jóvenes eran más atraídos por las cintas que protagonizaba Isela Vega; su desnudez fue admirada en 70 milímetros.

Noches de cine, en el confort del aire acondicionado y la oscuridad que convoca a soñar despierto con las historias de celuloide.

La luz de la marquesina que iluminaba ese tramo de la calle Chihuahua un día se apagó y del Cinema sólo quedaron los recuerdos almacenados en la nostalgia de los hoy viejos cinéfilos.