Los primeros cajemenses
Rogelio Arenas Castro
Domingo 22 de Marzo de 2020

Posesionada ya la Compañía Constructora Richardson de gran parte de las tierras del naciente Valle del Yaqui en los albores del siglo XX, empiezan a llegar los primeros colonizadores, casi todos de origen extranjero, puesto que tanto Conant como la citada Compañía Richardson desplegaron en el extranjero la mayor publicidad exaltando las condiciones, clima, tipo de tierras, etc., para asegurar su inversión. 

En la primera década del siglo pasado circulan profusamente volantes en Nueva Cork y en California, ponderando las virtudes de la que, según la publicidad, sería tierra de promisión. Incluso la Richardson las promueve como unas tierras superiores a las del Valle Imperial, en California.

Esto da pábulo al arribo a esta región, de los primeros inversionistas, que no pioneros, que empiezan a engrandecer lo que más tarde sería un emporio de riqueza para unos cuantos y, como siempre, el desengaño y la desesperanza para los muchos.

Al llamarles inversionistas y no pioneros a quienes invierten su dinero en una empresa, como en este caso lo fueron las tierras del Valle, es porque me consta y sé que el capital da para pagar trabajadores que hagan lo que yo con mi dinero, no tengo por qué hacerlo. Por eso siempre voy a considerar pionero a quien dejó y regó con su sangre aquellas feraces tierras, para que le produjeran al inversionista, extranjero o mexicano pudiente como para poder comprar terrenos para su provecho y el de los suyos.

Ciertamente, arriesgaban lo suyo, pero no en la forma que aquel peón exponía el pellejo frente a tantos peligros: víboras, escorpiones, monstruos de Gila, tarántulas, tiempo inclemente, etc., para recibir a cambio unos cuantos reales que muchas veces se quedaban en las comisarias, propiedad de los mismos nuevos terratenientes, remedo todavía de los hacendados porfiristas y otras que aquí operaban aún en esos ayeres entre los campos del nuevo Valle.

Entre los primeros extranjeros podemos citar a los hermanos William y James Jimmy Ryan que arribaron en 1909 por la Aduana de Nogales, Sonora; Ziba Stocker, y en 1912 Herman (el Tata) Bruss. Es innegable que toda esa gente batalló en aquellas tierras, pero traían consigo los conocimientos, incluso las armas para defenderse principalmente de los ataques de las gavillas yaquis, todavía en pie de lucha, pues era reciente la muerte de Tetabiate el caudillo yaqui y de Sibalaume el continuador de sus andanzas.

Así pues mientras que los propietarios de grandes extensiones de terreno vivían lo que se antoja a mansiones enclavadas en el naciente Valle, la peonada inerme y desarmada vivía en chinames y soportando jornadas de sol a sol y expuesta a toda clase de peligros. Esta gente abrió a base de sudor y sangre aquellas tierras labrantías al cultivo, así que opina, lector, quién fue más pionero: el uno o el otro. Hubo garbanzos de a libra que desmontaron y abrieron los surcos, pero fueron escasos. En fin que al pueblo, la chusma, en la historia de la humanidad, siempre ha sido lo mismo: chusma, plebe, léperos, etc., como de distintas maneras se le ha llamado. A la par que los inversionistas extranjeros, llegaron a estas tierras y también se aposentaron familias de apellidos pudientes de siempre, algunos de la región de Álamos, del Quiriego, Baroyeca, etc., cuyos nombres figuran en la historia sonorense: Bórquez, Almada, Parada, etc., y, desde luego la infaltable peonada de diferentes regiones más los naturales de los municipios de Cócorit y Bácum, los más antiguos en la región.

La peonada piensa que algún día podrá ser en este generoso Valle un propietario como en aquellos ayeres lo fueron los inversionistas. No obstante, pasarán muchos años para que uno cuantos logren su sueño, pues unidos extranjeros y mexicanos, pugnarían para que esto no sucediera.

Lector, transcurrirá mucho, pero mucho tiempo, para que fuera presidente de Cajeme un Gocobachi o Anguamea de la Machi López, o de la Cajeme, ¿verdad, Rodolfo?

Para 1907, año en que llegan a Esperanza los tendidos del ferrocarril, y un poco más tarde se extenderían a lo que habría de ser, en nuestro tiempo, Ciudad Obregón.

Se dice que para 1910, lo que será esto se llama Estación Cajeme, una estación de bandera que erige el Ferrocarril Sudpacífico.

En aquellos tiempos, la salida natural hacia el Valle era el Municipio de Cócorit, cuna de la sociedad que años después lo sería Cajeme, al promoverse poco a poco alrededor de dicha estación de bandera en la década de 1910 a 1920 los primeros negocios en industria en el Valle y en lo que posteriormente habría de ser Ciudad Obregón, por ejemplo el primer molino arrocero de Tata Bruss en el Valle, la Casa Loaiza en Cajeme, etc.

Empiezan así a forjarse las raíces de nuestra comunidad, auspiciadas por la visión de quienes vieron como una puerta más cercana hacia el promisorio valle que iba vertiginosamente hacia arriba, y en unos cuantos años, de ser una congregación se convierte Cajeme en comisaría inmediatamente después en municipio, desapareciendo Cócorit como tal.

 

 
 

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