La familia, núcleo de paz
Armando Martínez Gómez
Jueves 22 de Enero de 2009
Consciente de la importancia de la familia para la Iglesia, el papa Juan Pablo II fundó en 1992 el Encuentro Mundial de las Familias, que se celebra cada tres años y se llevará a cabo en esta ocasión en la ciudad de México. Nos llena de gozo el ser sede de tan importante evento, pues reúne a miles de católicos para tocar un tema eje para todos nosotros: la familia, como fuente de valores cristianos, como núcleo forjador de la sociedad y del mundo que idealizamos alcanzar.

Este Sexto Encuentro de las Familias constituye una oportunidad para tratar tanto temas dolorosos, por ejemplo el del aborto, como alegres, como los son la vida, el matrimonio y los valores cristianos. Constituye también una ocasión para demandar de nuestros gobernantes una mayor libertad religiosa a través del respeto de la garantía de toda persona a ser educada, desde la infancia y el aula pública, con una visión y valores cristianos.

La perspectiva católica de la familia es el producto del amor, se funda en el matrimonio y tiene como misión el transmitir la fe, pues los padres son los primeros evangelizadores de los hijos, a través de la enseñanza de las primeras oraciones. Con ello, los padres cumplen su obligación como misioneros contemplada en el Código Canónico: “… la tarea de la evangelización es deber fundamental del pueblo de Dios…” (Can. 781).

Estos días del encuentro son tiempos para hablar de fidelidad, responsabilidad, generosidad, paciencia, bondad, lealtad, perdón, solidaridad, coherencia, prudencia, respeto, tolerancia, sinceridad, confianza, unidad, respeto a la mujer, pluralidad, igualdad y esperanza, así como de los otros tantos valores cristianos necesarios para la unión de la familia y requisitos indispensables para que sea posible contemplar una sociedad y un planeta más puro e incorrupto, puesto que lo que no se aprende en el núcleo familiar difícilmente se adquiere en el exterior.

Finalizo orando porque este encuentro represente también la toma de consciencia de la impostergable necesidad que mantiene la humanidad de concebirse, ella entera, como una gran familia, a pesar de sus divergencias ideológicas, religiosas o patrióticas, pues sólo unidos como un todo, concibiendo al otro como parte de nosotros, podremos sobrepasar los conflictos bélicos y vivir en paz.

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