12 de Octubre: Inicio del saqueo que perdura hasta hoy
Patricia Barba Ávila
Lunes 12 de Octubre de 2020

Harían muy buenos sirvientes… Con cincuenta hombres podríamos subyugarlos a todos y hacer con ellos lo que queramos. Cristóbal Colón, 1492

El 12 de octubre de 1492 marcó el choque brutal en más de un sentido, de dos mundos diametralmente distintos: el de la Europa de aquella época a la que el paso de los siglos, desde que los primeros migrantes partieron del centro de África central para poblar los continentes europeo y asiático, permitió lograr avances tecnológicos como la navegación, el uso de las armas de fuego y del caballo como vehículo de transporte, entre otros descubrimientos que, sin duda alguna, les dieron una ventaja inmensa sobre los habitantes del joven continente americano cuyas características topográficas y geográficas definirían la forma como se desarrollarían las distintas culturas que lo habitaban.

En su magnífico libro Aracabuses, gérmenes y acero (Guns, Germs, and Steel) el biólogo/fisiólogo evolucionista y escritor norteamericano Jared Diamond, realiza una espléndida explicación que nos permite entender los factores que determinaron el triunfo de los españoles sobre los imperios Azteca e Inca. 

De aquí se desprende que si las condiciones geográficas, ambientales y topográficas hubiesen sido distintas, con toda seguridad los aztecas y los incas hubiesen cruzado el océano y conquistado a los pueblos europeos y la cultura y religión dominantes serían, justamente, mexicas e incas.

Hay quienes consideran la llegada de los españoles, portugueses e ingleses como todo un acontecimiento que enriqueció a los pueblos con los conocimientos aportados por los europeos, algo que es cierto, como también es cierto que aparejado a esas contribuciones culturales y tecnológicas se llevaron a cabo acciones de una crueldad abominable tendiente a controlar y explotar la fuerza de trabajo de los indígenas.

Más aun, junto con el inhumano sistema de explotación implementado por los imperios y monarquías como el español, el inglés y el portugués, también se despojó a los pueblos originarios no sólo de todas sus riquezas sino de su propia cultura y su derecho de rendir culto a sus deidades. 

Con la mezcla de las razas también se diluyó la identidad indígena para dar paso a una nueva: el mestizaje, con sus propias características e idiosincrasia.

Guerras de independencia han ocurrido en todos los países que alguna vez fueron colonias de las cuales fluyeron ingentes riquezas hacia el viejo continente.

Lamentablemente, pese a toda la sangre derramada en esas gestas emancipadoras, el saqueo de los recursos naturales que por ley constitucional pertenecen a los pueblos, no se ha detenido pues si bien es cierto que las clases pudientes de esas colonias sí lograron independizarse de la corona en cuanto al manejo de sus negocios y posesiones, también lo es el hecho de que persistieron las injusticias y desigualdades sólo que bajo otro régimen político.

Otra realidad es que con el pasar de los años, no obstante el establecimiento de sistemas republicanos y “democráticos” representativos, las clases oligárquicas y políticas en muchas de las naciones americanas, se encargaron de dar marcha atrás a los logros independentistas que animaron a muchos de los héroes que participaron en las guerras libertarias y lejos de proteger la soberanía e independencia económicas, apoyaron la instauración de gobiernos dirigidos desde las metrópolis europeas, como ha sido el caso de México y otros países latinoamericanos.

Los actos de saqueo monumental que dieron inicio con la llegada de Cristóbal Colón en aquella fecha aciaga y climática, continúan hasta nuestros días; la colonización de la mente ocurrida durante la conquista y el coloniaje, se ha reeditado en la actualidad por la vía de herramientas mucho más eficaces y sutiles que el látigo, la cruz y la espada: los medios de información, convertidos en instrumentos de manipulación y dominio de las élites, cuyo comportamiento no se diferencia mucho de sus símiles en los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX, aunque parezca difícil de creer. 

El actual presidente mexicano, en un acto de justicia y reivindicación de la dignidad de los pueblos originarios, envió una carta tanto a la vetusta y corrupta corona española, como al Vaticano, solicitando que los gobiernos de ambos estados pidieran perdón a los descendientes de aquéllos pueblos que sufrieron las atrocidades terroríficas de parte de los conquistadores y clérigos –con sus honrosas excepciones como fue el caso de Fray Bartolomé de las Casas, “no con el fin de dividir, sino hermanar en una reconciliación histórica a los pueblos y líderes de dichas naciones con miras al 500 aniversario de la caída del capital del imperio Azteca y los 200 años de la consumación de la independencia de México”, según explicó el Jefe del Ejecutivo. 

No es de extrañar que la respuesta del rey español, Felipe VI a la misiva de AMLO haya sido una airada negativa y haya estado enmarcada por una fuerte polémica de los que, por una parte, reaccionaron con mente colonizada al indignarse por el “atrevimiento” del primer mandatario mexicano hacia “su majestad” y, por la otra, los que consideramos que no sólo se debe pedir perdón por la brutal explotación y saqueo llevados a cabo por la monarquía española y saldar la deuda con los pueblos indígenas sino devolver todo lo expoliado indiscriminadamente a las naciones latinoamericanas durante el siglo XX y lo que va del XXI en que una clase política corrupta hasta la médula y carente de respeto e identidad con su propia patria, se encargó de entregar los bienes públicos propiedad del pueblo a empresas y bancos españoles como Repsol, Iberdrola, BBVA, Santander, en el caso de México y otras de distintas nacionalidades, especialmente norteamericanas.

Sin duda alguna que para que exista una auténtica justicia histórica y social, lo que debe ocurrir obligadamente es no sólo la admisión de que hay una deuda ancestral con México y otros países de nuestra América, sino principalmente, la restitución de toda esa deuda generada por el saqueo monumental de la riqueza nacional que, tristemente, todavía perdura hasta nuestros días y que, en el caso de México, Venezuela y Argentina, sus gobiernos deberán continuar con sus esfuerzos para finalmente alcanzar la completa soberanía económica y junto con la descolonización cultural.

En cuanto al resto de las naciones latinoamericanas, con excepción de Cuba que con el triunfo de la Revolución desterró empresas extranjeras y ha tomado la conducción e implementación de las políticas de garantía de los derechos fundamentales, una vez que sus sociedades sean capaces de remover a sus gobiernos traidores y llevar al poder a auténticos servidores públicos comprometidos con el bienestar de las mayorías, podrán con toda justicia, celebrar aniversarios de independencia y decir que son soberanas, libres ya, por completo, de la colonización tanto cultural como económico/financiera.

Los indios son tan ingenuos y desapegados de sus posesiones que nadie que no los haya visto podría creerlo. Cuando les pides algo que tienen, nunca dicen que no. Al contrario, ofrecen compartirlo con cualquiera”. Cristóbal Colón, 1492

 

 
 

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