“No estudio para saber más, sino para ignorar menos”
Sor Juana Inés de la Cruz (Edo. de Mex.12 de nov.1641-Cd. de Méx.1648. Murió en la epidemia, por probable de tifus).
En la pandemia de COVID19, se ha generado un sinfín de información, independientemente de que sea veraz o no y que puedan tener atisbos de verosimilitud; si no procede de fuentes acreditadas científicamente, caen en lo que algunos expertos nombran como una información tóxica (INFOXICACIÖN o infotoxicidad) que han ocasionado una infopandemia, por la globalización de las redes modernas; donde se comparte mucha información que no siempre está basada en la evidencia científica, ésta, la que se publican en revistas indexadas son informaciones y pirámides del conocimientos, que a la vez son fuentes de la docencia médica. (Nietzsche en: El nacimiento de la tragedia. Grupo Tomo edit. 1ª edición 2010. Méx. Escribió que verosimilitud es “símbolo” de la verdad)
El “Dr. Google” - menciona el médico español Javier González de Dios- se ha convertido en consultor más importante del mundo, no solo por el personal de salud – por desgracia-, sino del resto de las personas, donde se busca información científica por su inmediatez y facilidad… a través de D’ Artagnan (Blog) y sus tres Mosqueteros (Facebook, Twitters y YouTube), donde para conocer, el compartir debe ser el primer verbo del siglo XXI; el segundo verbo es sumar…” (Tomado de: González- de Dios, Javier*. Conferencia por zoom: Cómo sobrevivir a la infoxicación y no morir en el Intento. Seminario de Pediatría Ciberpeds-CoNaPeMe. México, 30 de septiembre 2020).
A través de la historia de la medicina, los paradigmas antiguos sobre el diagnóstico etiológico y el tratamiento de algunas enfermedades, han quedado en el olvido por las continuas investigaciones bio médicas, principalmente a fines del siglo XVIII y de los posteriores siglos, hasta el actual siglo XXI. Algunos de estos paradigmas duraban tiempo para romperse, unos menos, otros más.
Esto ha pasado en todas las pandemias desde su presencia en el mundo; pasó con la peste negra, el cólera, influenza, etc., desconociéndose mucho respecto a ellas, de las causas y la manera de tratarlas; donde las medidas preventivas (saneamiento del medio ambiente, higiene personal, buena alimentación, vacunas y evitar los contagios, por medio del aislamiento, etc. fue lo principal para su contención, en aquellos tiempos). Los tratamientos y las causas investigados a través de los últimos dos siglos, han ayudado en mucho a delimitar el daño de las enfermedades y disminuir la mortalidad. Las vacunas en ciertas enfermedades infectocontagiosas es un ejemplo de ello.
En cuanto a esta Pandemia por COVID19, el diagnóstico y su tratamiento, “se han estado aprendiendo sobre la marcha (forzada) y lo que creemos saber lo que hoy es, puede ser que mañana no sea” y lo que se ha tratado de combatir es “la teoría del caos que ha provocado la Infoxicación; demasiada información, mucho ruido informativo y poca melodía científica: existe una covidofobia”. (Dr. Javier González de Dios) *.
Es tanto el cúmulo de información por los medios digitales, que han causado en algunas personas, quizás un “trastorno obsesivo compulsivo (TOC) paranoico” por el terror a contraer la enfermedad. Se piensa que “todos es COVID hasta no demostrar lo contrario” y eso los lleva, aun en buen estado de salud, a utilizar todos los remedios y “tratamientos preventivos” recomendados en las redes, vecinos o por ciertos trabajadores de la salud, en ausencia hasta el momento de una vacuna. “Tratamientos” tan inverosímiles como las sustancias milagrosas, sin el rigor de una investigación científica formal, basados solo en testimonios anecdóticos, unos. Otros, prescribiendo medicamentos o auto medicándose, fuera de toda lógica con el “propósito de prevenir” o curarse en salud: como el uso de un antibiótico unido a un corticosteroides, entre otros que ocuparían un extenso anecdotario. Se nos olvida o desconocemos “que nada en la vida está exento de riesgo” *. Hasta el nacer.
Lo bueno de una de las tantas manifestaciones de un TOC, es cuidarnos excesivamente para no contagiarnos o contagiar de COVID; con el frecuente lavado de manos con agua y jabón – no importa que sea una obsesión compulsiva, en tiempos de pandemia-, cuesta menos y es mucho mejor que un gel hidro -alcoholado, que sin duda también sirve; y por supuesto evitar exponerse al contagio, hasta en lo posible.
¿Quién podrá salvarnos? ¿quizás un Dr. House? Que es el prototipo de la antítesis del médico. Un Dr. que sale en una serie de televisión, que sin ver ni explorar a los pacientes, solo opina en lo que le dicen sus subalternos; realizando una medicina “MBS” (medicina basada en la suspicacia), en el error y en el acierto.
En esta pandemia por COVID existen diferentes tipos de médicos: los qué, están en constante contacto físico con los pacientes, no solo atendiéndolos con los protocolos existente, informándose por medios científicos, también ejerciendo la clínica médica y la a vez la propedéutica (docencia), a pesar del riesgo a que están expuestos; es el médico Institucional que atiende en el sector salud, en las áreas destinadas a paciente COVID. Otros, los de la práctica privada que, algunos consultan por video llamadas, o en hospitales selectivos que cuentan con áreas reducidas para pacientes COVID19. Ambos tipos de médicos están preparados para atender las complicaciones de la enfermedad.
Existen otros que hacen recordar, en cuanto a la COVID, unos renglones de la novela de Gabriel García Márquez; El amor en los tiempos del cólera- adaptándolo a la actual pandemia- donde uno de los personajes: el Dr. Juvenal Urbino decía: “En todo caso, la poca medicina que se sabe sólo la saben algunos médicos”.
Pero muchos trabajadores de la salud y ciudadanía, de alguna manera: “Están luchando contra dos pandemias: COVID19 y la estulticia”.
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