NAMAKASIA
Hace algunos días prometí reflexionar sobre algunas ideas del Presidente a la luz del Derecho Constitucional, y como si el mandatario estuviera pendiente de mis columnas, en la mañanera de ayer me puso al centro del plato un ejemplo que me dispongo a batear.
Dijo que los ciudadanos deben estar bien informados sobre lo que hacen o dejan de hacer o hacen mal los servidores públicos, de las mañas que emplean para ocultar sus yerros y que todos sus actos deberían estar sometidos a la más completa transparencia. Y como a menudo la justicia toca a las puertas de dichos servidores públicos y son sometidos a investigación, no debería ocultarse lo que ésta vaya avanzando con el pretexto del respeto al debido proceso.
Entre las normas que obligan a la transparencia y las normas que protegen el debido proceso, la Transparencia –y la escribo con mayúscula—debe ser prioritaria, cuando se trata de servidores públicos.
Como sin querer queriendo, apuntó que los delitos electorales perdieron su calidad de graves (que acaban de recobrar) en tiempos de Carlos Salinas de Gortari y que lo del debido proceso lo prohijaron los presidentes panistas. Como que tomaron providencias para bolsear al pueblo mexicano sin preocupaciones.
El Presidente dijo que no estaba convocando a un debate sobre su posición sobre la transparencia, pero sería útil realizarlo con aportaciones sobre todo de los maestros en Derecho Penal y Constitucional.
QUE SE CIERREN LAS PLAYAS POPULARES EN SEMANA SANTA
Que será una catástrofe para el turismo prohibir el acceso a las playas en Semana Mayor publicaron algunos medios. Que hay reservaciones en los hoteles y se perdería dinero al cancelarlas. Opino que como está cediendo un poco el contagio del virus sería un desatino ofrecerle la oportunidad de reactivarse, y que el cierre de las playas no causará gran daño a los servicios turísticos.
Vamos a razonar
Visitan las playas de Sonora, en Semana Santa, dos tipos de turismo. El primero está formado por extranjeros, en su gran mayoría gringos, y por mexicanos que viven fuera del Estado y cuentan con recursos económicos para desplazarse en avión. Todos estos viajeros hacen reservaciones en hoteles que cuentan con playas propias y aunque ocupen todas las habitaciones no forman aglomeraciones humanas peligrosas.
Los demás turistas son los sonorenses que viven en las ciudades con playas o cerca de dichas ciudades, y que acostumbran llegar temprano con toda la familia, sus lonches, sombrillas para protegerse del sol, a veces tiendas para dormir ahí una o dos noches. Hacen consumo a los vendedores ambulantes que, con la canasta bajo el brazo, ofrecen refrescos, tacos de pescado y camarones con salsa picante. Estos turistas domésticos, por su número y por la imposibilidad de que atiendan las medidas de protección sanitaria serán vehículos de contagio y no se les debe permitir que se hagan bola en las playas.
No se acabará el mundo ni se les acabará la vida, que es lo importante, si este año se quedan en casa y se ahorran lo que iban a gastar en gasolina y en entubamiento. (Y en ataúdes, iba a agregar, pero no quiero ponerme lóbrego).
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