Este 8 de marzo las mujeres no salieron a tender la ropa; en vez de eso, colocaron un largo tendedero en la fachada de Palacio Municipal con los nombres de las amigas, hijas, madres, asesinadas y desaparecidas en Cajeme durante los años recientes.
Los nombres de aquellas que no debieron morir, que no deben estar desaparecidas, y sin embargo han muerto o están perdidas sólo porque son mujeres.
La indignación y la rabia por tanto crimen impune dan paso a la solidaridad, al amoroso reclamo "¡No debió morir"!, y cada nombre se queda como un testimonio de la época de terror que viven las mujeres del mundo y de México por culpa del demencial machismo que refuerza la cultura contemporánea.
Y como en Cajeme y en Sonora, por culpa de la impunidad que revela el rostro indiferente y cómplice de las autoridades encargadas de impartir justicia.
Tantas muertas, tantas desaparecidas y como ironía cada vez que claman "¡Ni una más!", nos llega la noticia de una más muerta o desaparecida en esta tierra sonorense.
La dura realidad no dobla la voluntad de las mujeres que exigen un alto a tanta violencia de género mientras marchan por el centro de la ciudad.
Llegan a la plaza Álvaro Obregón y elevan al cielo sus consignas contra el sistema patriarcal, contra el machismo y la violencia de género.
Reunidas en círculo, a media calle frente a Palacio, gritan el nombre de cada compañera caída.
Y cuando Nora Lira lee la carta que podría haberle enviado su hija desaparecida y asesinada, carta escrita por una de las allí presentes, la narración ficticia en primer persona leída en voz de Nora, la madre, conmueve a todos. Algunas lloran en silencio y hasta el viento circula en lamentos.