Si algo positivo tiene el modelo de campañas en la pandemia es sin duda la prohibición de grandes concentraciones en mitines de partidos y candidatos.
Eventos pesados en toda la extensión de la palabra, desde el tiempo que hacían pasar a la gente acarreada desde la madrugada para escuchar al "ungido", "al candidato de las mayorías", pesados por la perorata interminable de los oradores que actúan como teloneros del candidato(a), y muy pesados por los costos exhorbitantes que sólo los grandes partidos pueden pagar, claro, con la vista gorda de la autoridad electoral.
Eso quedó en el pasado, por el momento. Ahora los candidatos y sus seguidores tienen que salir a las colonias, buscar al electorado en sus casas, en el tianguis o en el parque, donde esté esa persona que asistirá a las urnas y cuyo voto debe ser nuestro.
Campañas más prácticas, también -por fortuna- más cortas, sólo cinco semanas en el caso de las alcaldías y las diputaciones locales.
Ayer vimos a Rosendo Arrayales recorriendo Pueblo Yaqui, escuchamos a Anabel Acosta hablando con priistas siempre fieles de la CTM, mientras Abel Murrieta hablaba apasionadamente con un grupo de simpatizantes que le prometieron el voto.
Hoy vimos a Javier Lamarque a través de las redes sociales, haciendo el esfuerzo para incorporarse a su campaña cuanto antes.
Horas después seguimos la huella de Rodrigo Bours y su gente por las calles de la colonia Primero de Mayo, donde se acercaba a la gente que a esa hora aún estaba en casa o salían apenas a tomar el fresco de la tarde, Gente educada, le daban la bienvenida casi siempre con una sonrisa.
Las campañas continúan sin las engorrosas y pesadas concentraciones que no servían para nada.
Así como la pandemia impuso normas que tal vez se queden para siempre, como el home office masivo, la distancia preventiva entre personas y el uso recurrente del gel antibacterial, ojalá así se queden para siempre estas campañas cortas y sencillas donde los candidatos van a buscar a los electores y no los hacen esperar en mitines aburridos.