NAMAKASIA
Me adelanto a decir que ella no es culpable de la monstruosidad cometida por su hijo. Al contrario, si vive y se da cuenta de que el asesino de Abel Murrieta fue su hijo, debe sufrir en las entrañas, antes benditas, el dolor más terrible. La reflexión es espontánea y vaga pero tiene motivos. Lo asesinan tres días después de la celebración del Día de las Madres y Abel tuvo, entre muchos dones, el de haber sido un hijo ejemplar.
Conocí a su padre, del mismo nombre, en Ciudad Obregón, cuando Transportes Norte de Sonora estaba ubicado en la esquina de Galeana y Miguel Alemán; era el concesionario del restaurante que operaba en el interior del edificio y le dio prestigio por el menú, y especialmente por el trato gentil y caballeroso que daba a los clientes. Al mismo tiempo, don Abel le invertía poco a poco a su rancho. Los reporteros del Diario del Yaqui cafeceábamos ahí.
Abel Murrieta se inició joven en la política, luego de haberse titulado Licenciado en Derecho. Me enorgullece el diploma de “ciudadano distinguido de Cajeme” que me dieron en 2002, igual que a otros coterráneos que lo merecían más que yo, y lo he tenido siempre en mi estudio. Está firmado por Ricardo Bours, presidente municipal, y Abel Murrieta Gutiérrez, Secretario del Ayuntamiento.
Su destino político quedó ligado a los Bours. Fue procurador de Justicia (recto, apegado a la ley, sensible como funcionario) del gobernador Eduardo Bours, y previa consulta con Ricardo, aceptó continuar en el cargo breve lapso del sexenio de Padrés. Como diputado local fustigó a éste y a sus corruptos funcionarios con la lógica contundente del jurista. Los reporteros gozábamos al ver cómo los arrinconaba y, como si estuvieran en el banquillo del tribunal, con hábil interrogatorio los llevaba agarrados de la nariz a la admisión de sus tropelías.
En lo personal, le reafirmé mi afecto por el interés que puso en ayudarme a recuperar las cantidades que quién sabe qué desgraciado me birló del banco falsificando mi firma. Ya no era Procurador. Fue el apoyo desinteresado del amigo al amigo.
Su sueño fue llegar a presidente municipal de Cajeme. No estoy seguro de que en esta ocasión lo hubiera conseguido pues la inclusión en el grupo de candidatos de Rodrigo Bours podría haber causado división entre los amigos de ambos. Y como el móvil político en el sentido de eliminar al más fuerte, no me parece definitivo, estoy obligado a creer lo que no quiero creer: que los perversos tratan de reventar el proceso electoral de Sonora para manchar al gobierno federal y al gobierno local, y suponen que lo lograrán con el asesinato del más limpio y recto. Esa es la monstruosidad.
Desde ayer por la tarde comenzaron los gritos de protesta y la exigencia de justicia. El debate de los candidatos a alcalde de San Luis Río Colorado fue suspendido en gesto de solidaridad con la familia enlutada. Hay esperanza fundada de que el asesino o asesinos serán pronto localizados. ¿Y qué? La vida de Abel Murrieta no retoñará. Y no hay en el Código Penal sanción para el que destruye, además de una vida, el monumento de trabajo, de estudio, de honradez, de rectitud, de ética, de amor, que levantó a lo largo de su existencia.
Me sumo en la más honda tristeza y no digo nada a sus padres, a su esposa, a sus hijos, porque las palabras buenas carecen de sentido. Sólo son válidas las que sirvan para maldecir y mandar al infierno a los asesinos.
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