El nuevo idioma visual cinematográfico es resultado de la constante exploración y audaces propuestas de los directores millennials. En punta de lanza nos deslumbran en especial China, Corea y Japón.
El creativo aprovechamiento de las nuevas tecnologías digitales, léase super procesadores, LASER, Hologramas, en los juegos de la post producción, han abierto un nuevo universo que nos permite, como jamás fue posible en el pasado, aproximarnos cada vez más a un desenmascaramiento de las impresiones que la cruda realidad del nuevo siglo estampa impasible en lo más profundo de la dinámica neuronal humana.
Todo esto obliga a los viejos cinéfilos al camino de lecturas de análisis de las nuevas cintas y del bagaje vivencial de los directores, actores y equipos de producción hoy premiados en Cannes,Berlín o Toronto. Por otra parte el cine comercial palomero ha integrado de forma soberbia la avanzada logística tecnológica digital renovando las categorías Disney y los basados en el Manga japonés y sur coreano.
Desde luego, si no en calidad del producto ofertado y sí en su volumen, las plataformas streaming a nivel mundial han utilizado el revolucionario avance tecnológico para incidir con un sistema de suscripciones y pagos en línea que si bien no todas las economías familiares soportan, para un buen porcentaje de la población ha sido un buen paliativo dentro del ostracismo impuesto por un virus casi incontenible.
Mientras las salas de cine se amplían por falta de espectadores, el living de casa arraiga como única posibilidad de encuentro con el séptimo arte. Por cuánto tiempo más continuará esta veda para los cinéfilos en cuarentena de Cinetecas y Cineclubs no lo sabemos con certeza, ojalá pronto podamos volver a la oscuridad de las pantallas de plata para vivir los Oscar y tantas producciones notables enlatadas hoy en las memorias digitales de las cadenas internacionales de este arte entrañable que llegó para aligerar cotidianidades y despedidas.