Ráfaga Palmer y el oso sin garras
Armando Terán Ross
Lunes 16 de Agosto de 2021

1957. Ese año mi hermano y yo estábamos por terminar la Primaria, y una de nuestras diversiones preferidas además de la de asistir al cine los domingos era plantarnos los sábados entre la masa de aficionados en la función de Lucha Libre de las cinco de la tarde. Y aquel sábado de tiempo de calor, dos fieros encuentros: el Copetes Guajardo y Karloff Lagarde  contra una par de rudos; y en la Estelar, nada menos que Santo, El Enmascarado de Plata, se las vería con un Black Shadow ya desenmascarado en esos años.

Esa tarde los chamacos del barrio revoloteamos como moscas en la taquilla para comprar los boletos. Aquella era la primera vez que mi hermano y yo entrabamos en una Arena de Box y Lucha Libre.

Una vez dentro del edificio de la Arena Coliseo, mi hermano me dijo: ---Mira, ese es Lagartija Dorada---. Yo levanté la vista hasta dar con un tipo que andaba entre la multitud, y reconocí en él al chofer de un camión urbano. Luego, pregunté a mi hermano: ---¿Y tú cómo sabes eso?--- me lo dijo el Alabe--- contestó en voz baja como si hubiese revelado el secreto de la piedra filosofal.

A lo lejos, Kid Hermosillo, réferi de aquella función de Lucha Libre, gruñía con un corpulento luchador moreno y melenudo; y más allá, en lo alto de la gradería, el Alabe y el Chapa no cesaban de dar gritos y rechiflas.

Cada fin de semana la Arena Coliseo rugía atiborrada de fanáticos; sobre todo los viernes pues eran noches de Box en las que presentaban a los púgiles del momento.

Una vez terminada la función, mi hermano y yo caminamos hasta la plazuela, de allí, con sólo cruzar la calle estaríamos en nuestra casa.

Durante aquella caminata, mientras mi hermano y yo hablábamos muy emocionados de lo que habíamos visto sobre el cuadrilátero: bla, bla, bla…"Tú como piedra preciosa, como divina joya, valiosa de verdad, si mis ojos no me mienten, si mis ojos no me engañan, tu belleza en sin igual…" Cruzábamos en ese momento la nevería en las esquina del parque frente al hotel Jardín. El bolero de moda, su melodía mezcló en mi mente comentarios de mi hermano sobre el combate de esa noche: el Santo le ganó en dos de tres caídas a un Black Shadow que terminó con un ¡¡¡fuera!!!!

Por esos días llegaban también a la ciudad los Circos con sus enormes carpas de varios mástiles que instalaban en los terrenos baldíos de la ciudad. El Circo Unión con su estelar, Ráfaga Palmer en el Globo de la Muerte: un motociclista giraba a gran velocidad en el interior de un enorme globo de malla metálica, mientras nosotros quedábamos atónitos con el ruido atronador de la máquina que hacía retumbar todo el circo; el enorme globo temblaba como sacudido por un sismo y amenazaba con desarmarse en tanto soportaba en su interior las rugientes circunvalaciones de Ráfaga Palmer montado en su poderosa motocicleta. Enseguida, los payasos Salchicha y Bozo hacían que casi nos orináramos de la risa.

Una de esas noches de circo anunciaron como número especial el combate entre Sigfrido Gámez, un fornido deportista local de Lucha Libre, contra un osezno con bozal al que para el caso habían mermado el filo de las garras.

Como era de esperarse, la fiera ganó la pelea sin mucho esfuerzo y Sigfrido quedó fuera de los cuadriláteros por más de un mes hospitalizado por la tunda que le arrimó el plantígrado embozalado.

Las funciones de Box y Lucha Libre fueron siempre la diversión de nuestra infancia de barrio; a tal grado que no fue algo insólito que ya entrado en su juventud, a uno de nuestros camaradas de la infancia lo entrenase un Kid Hermosillo ---ya para esos años retirado del cuadrilátero---, quien por esos días trabajaba como manager en el gimnasio del legendario Yaqui Márquez, un pionero del Box profesional en esa época.

 

 

 
 

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