Feliz año 2022 y los futuros.
“No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” Winston Churchill. Político, escritor y Primer Ministro (Blenheim, Reino Unido 1874- Londres, 1965)
Se dice, que Sócrates (no se en dónde, porque no dejó nada escrito), después de que su “imprudente” mujer le tirara un cubo de agua, tras una fuerte discusión, le dijo a sus discípulos: “después de la tormenta viene la lluvia”. Queda la duda ¿lluvia de qué? Quizás la esperanza bíblica, de que en toda tormenta sigue la calma, con fe y esperanza; en Dios y en la ciencia. Creyentes y escépticos, tenemos fe en que todo pasará.
En las pandemias que ha padecido la humanidad a través de los tiempos, ninguna, como todos los males, ha durado 100 años y “pocos serían”, si persistiere, quienes sobrevivirían tal tiempo.
La actual pandemia es una tempestad que ya lleva dos años, pero existe la esperanza, que este virus, que como todos estos gérmenes, que ha mutado a diferentes cepas (o “variedades”), con cierto grado de virulencia y que se ha transformado en más contagiosos, provocando una alta morbi-letalidad (principalmente la cepa Delta), disminuya su agresividad.
La mutación actual, Ómicron, tiene una mayor contagiosidad (alta incidencia de infecciones), y han aumentado los casos (pero como médicos no investigadores, seguiremos con las medidas que los expertos nos informen). Esta cepa parece que, se ha encontrado con una mayor resistencia para provocar enfermedad grave; por lo siguiente:
Primero. A la incipiente inmunidad de rebaño (incipiente, porque no se ha logrado aumentar dicha inmunidad), ocasionada por las personas que se han infectado anteriormente; tanto en el 2020, como en el transcurso del 2021, que está por concluir y que en estos dos años de pandemia, ocasionaron una gran mortalidad; cerca de 6 millones de persona a nivel mundial (cifras oficiales).
Segundo. Porque la vacuna ha contribuido en parte, a esta inmunidad (que para lograrla se debe alcanzar el 75 u 80 % de cobertura de vacunación en la población), para su contención. El organismo humano, en su mayoría, en su lucha tanto natural y por la inducida con la vacuna, genera anticuerpos.
A pesar de la constante resistencia de los teóricos de la conspiración, los humanos sanos, responden con esos dos mecanismos de defensa, antes descritos.
La tormentosa pandemia se empieza atenuar, pero se necesita la corresponsabilidad de todos, para que el barco (el mundo y sus pobladores), que está en medio de la tempestad, arribe con calma y llegue a feliz puerto.
Es mucho el esfuerzo que han hecho los “vilipendiados” investigadores y científicos (por los “escépticos” anti vacunas). Es mucho el sudor y desvelos de los verdaderos trabajadores de la salud (no los charlatanes “cura” sanos con sustancias milagrosas y otras pócimas.), sino aquellos que han estado desde el inicio, en las reales líneas de contención para esta pandemia, atendiendo pacientes hospitalizados, delicados, graves y en las terapias intensivas (personal médico, de enfermería, químicos, camilleros, personal de intendencia y operadores de ambulancias), que no cejan en su empeño, y con gran profesionalismo; y que generalmente son poco reconocidos. Es mucha la sangre derramada (mortandad) en esta y otras pandemias. Son muchas las lágrimas de las familias, por los caídos de ambos bandos: por los enfermos de COVID19 y por el personal de salud que se han enfermado y fallecido en estos dos años.
La esperanza de salir “de este maiz -sin acento- podrido”, que es la pandemia, está cerca (todos lo deseamos), pero se necesita la participación de todos: “moros, cristianos, agnósticos”, científicos y escépticos. Todos necesitamos de todos. Hasta de los políticos, pero que no politicen la salud con fines electoreros o para llevar agua a sus molinos privados.
Está noche del final del año 2021 y esperando el 2022, brindaré con tres copas de vino (no más de tres, me dijo mi cardiólogo. Como “buen” paciente seguiré sus indicaciones, a sabiendas que los médicos “somos” pésimos pacientes:
Brindaré con la primera copa, para olvidar, de momento, los acontecimientos desagradables y nuestras fallas, de años pasados, que mucho nos enseñan para tratar de no reincidir en estas últimas, y ser mejores personas. Pero Si, recordaré los largos y gratos momentos que vivimos, a pesar de situaciones difíciles y de la pandemia, en este año que agoniza.
Con la segunda copa, brindaré principalmente por mi familia; por mi esposa, por mis hijos y mis nietos; mis hermanos (los que hemos sobrevivido, y los dos que se nos adelantaron); por el recuerdo de mis padres y, por nuestras queridas amistades de antaño y actuales. Por los que también nos han dejado antes y en esta pandemia, brindo al recordarlos.
Con la última copa, la tercera, brindaré para que tengamos un mundo, un país, un estado, una ciudad y un pueblo, donde sucedan cosas buenas, en este año 2022 y los futuros días o años, si es que nos alcanza nuestro impredecible destino.
Mientras estemos vivos y hasta el último aliento, procuremos siempre, ser felices. Y si nos toca morir – algún día- que la paz se nos refleje en una tierna sonrisa de gratitud, por el solo hecho de haber nacido y de haber coincidido con muchos de ustedes, en este mundo. Brindo por tener un epitafio que de constancia de esa gratitud por lo vivido. Y decir con el poeta Amado Nervo: ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en Paz!
Por el tiempo y los momentos buenos y malos que Dios nos concedió, en el trayecto de nuestra existencia.
Con el último traguito que nos queda en la copa del tercer brindis, decirles:
“carpe dies, pro bono humanitatis” (aprovechar los días, en bien de la humanidad).
FELIZ AÑO 2022 y los días y los años futuros.
raulhcampag@hotamil.com
@RaulHectorCampa1