Me estaba preocupando mi admiración casi completa por el presidente López Obrador. Le había criticado algunas de sus declaraciones y decisiones, como la de expresar que las universidades no deben dejar fuera a ninguno de los jóvenes que soliciten el ingreso (hay que admitir a quienes cumplan los requisitos y no a los holgazanes con calificaciones reprobatorias) o su resistencia a cumplir las resoluciones de la Suprema Corte que llevarían al cierre del acueducto que le roba el agua a los del productores del Valle del Yaqui.

Lo encontraba un Presidente valiente, íntegro, trabajador, libre de temores, demócrata, en fin, mi admiración era excesiva. Y acabo de descubrir que adolece de un grave defecto: ¡es un político! Aunque no comprendo bien sus motivos, ha dado y sostenido la consigna de que no se investigue la actuación de la ex gobernadora Pavlovich en el delicado rubro de las finanzas.

Carece de facultades para hacerlo y no ha dado la consigna expresa, claro es (dado que es un político), la ha insinuado y reiterado en varias oportunidades. Parece obsesionado en abrirle el camino hacia su cuerpo de colaboradores convirtiéndola en cónsul de México en Barcelona. De hecho, la defiende. Y sería ilógico que el gobernador Durazo, cuyo éxito depende del apoyo del mandatario federal, lo contradijera. Tanto él como su secretario de Hacienda, que como cabeza del equipo de transición entre la gobernadora que se marchaba y el gobernador que arribaba, se horrorizaron al ver de cerca el caos financiero que les esperaba. Y hace unos días, Alfonso Durazo prometió que ya no volvería a mencionar el tema.

A la gobernadora Pavlovich le preguntaron los periodistas, en enero de 2017, cuando acababa de rebasar su primer año de gobierno, qué opinaba de la huelga de hambre que había iniciado Guillermo Padrés en prisión, y ella respondió que no daría ninguna opinión. Pero claro que la dio de manera indirecta, según la nota del reportero Ulises Gutiérrez:

“Señaló que no hay que olvidar que hace un año en Sonora no había dinero ni para pagar becas educativas ni gasolina para las patrullas y heredó una administración en quiebra” (“Expreso”, 24-I-2017). Pues en forma parecida, aunque bastante más grave, encontraron Alfonso Durazo y gabinete las finanzas que recibieron de su antecesora.

No se sabe si el caos se debió a la ignorancia del arte de administrar o a manejos ilícitos configurativos de delitos, porque no hay investigación al respecto, y todo indica que no la habrá. Como en los tiempos del PRI, el deseo del Presidente de la República es una orden para los mandatarios locales. Tal vez cuando Claudia fue presidenta de la Conferencia de Gobernadores creó un compromiso con el Presidente que ahora éste retribuye; tal vez no desee poner en el banquillo de los acusados a una mujer por respeto a la tradición caballerosa del mexicano (esto suena cursi pero hay que prever todas las posibilidades), el caso es que se tiende sobre ella, no con bases legales sino por razones políticas, el manto protector que no sólo la librará de sanciones sino, además, le garantizará una buena chamba.

Como lo dije ayer, a propósito de otro asunto: el que manda, manda.

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