Los datos estadístico que ayer leyeron, durante la rueda de prensa que encabezó el presidente AMLO, primero el gobernador del Estado y luego el Subsecretario de la Defensa Nacional, indican con total claridad que los porcentajes de actos delictivos siguen a la baja. Se advirtió con interés la diferencia porcentual entre los delitos cometidos en el último año de Claudia Pavlovich, comenzando por los homicidios dolosos, en comparación de los números acumulados en los cinco meses que lleva Alfonso Durazo.
Pero los ciudadanos no memorizan esta información, sobre todo si han conocido el caso de un vecino o amigo asesinado o secuestrado. En cambio, una gran mayoría de coterráneos que consciente o inconscientemente equiparan al gobernante con el rey poderoso de los cuentos o el gurú de las películas, aguarda que de golpe y porrazo los responsables del gobierno de la República y del gobierno de Sonora, eliminen por completo la delincuencia.
No hay milagros de ese tipo y menos en una sociedad compleja en la que se entrecruzan las causas sociales, económicas, hereditarias que forman y mueven al delincuente. Es mejor que recortemos del periódico la estadística presentada y la tomemos como referencia para compararla con el resultado que den a conocer en seis meses o un año. Tendríamos base para reclamar si no continúa a la baja.
NOS DEVUELVE AMLO LOS ESTADIOS
Somos afortunados. El presidente López Obrador evitó que la gobernadora Claudia Pavlovich vendiera los terrenos de los estadios de Hermosillo y Ciudad Obregón, pero para no frustrar su necesidad de dinero, dio orden de que los adquiriera la Federación. Se conservaron y se conservan para la juventud sonorense entregada al deporte, con el añadido de sendas escuelas de beisbol.
Y ahora, durante su visita, anuncia que los dos estadios, incluidos los cursos de beisbol, regresan al gobierno local para quedar al servicio de los sonorenses. Eso se llama ganar dos veces el juego con el lanzamiento de Alfonso Durazo.
MURIÓ JOHN GAVIN
Tal vez los muy jóvenes no lo recuerdan, y eso que John Gavin Pablos nació en Cócorit. Convertido en ciudadano norteamericano, se dedicó a la diplomacia y llegó a ser embajador de aquel país ante el gobierno del nuestro.
Gavin, que no duró mucho tiempo en el cargo, se involucró en un pleito que varios panistas le armaron al gobernador Samuel Ocaña. Hubo hasta un número de opereta cuando uno de esos panistas pidió asilo al gobierno gringo en el consulado de estos rumbos. Ocaña ni se despeinó en el pleito.
Me da flojera levantarme a buscar un libro donde puedo encontrar la edad que el fallido diplomático tenía al morir. No es información relevante. Tal vez tendría la apariencia de anciano arrugado que los maquillistas le dieron para la película mencionada, a fin de que diera la imagen de Pedro Páramo viejito. En esta ocasión no debe haber sido necesario el maquillaje.
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