Las buscadoras de restos humanos
Carlos MONCADA OCHOA
Lunes 21 de Febrero de 2022

No he visto que algún periodista se preocupe por averiguar cómo desempeñan su lóbrega tarea las mujeres que buscan los restos humanos de sus maridos, sus hijos e hijas, sus padres y hermanos que han desaparecido. ¿Deciden buscar en las cercanías de sus hogares? ¿Han aprendido a detectar huellas de tierra removida? ¿Se guían a veces por el husmear de los animales? ¿En alguna ocasión se orientarían por la llamada de alguien que conoce el paradero de los cadáveres pero no quiere que lo identifiquen por miedo a los presuntos secuestradores?

Un buen periodista –y creo que no será suficiente que sea bueno, deberá ser un periodista extraordinario—nos contaría cómo reaccionan las mujeres cuando se da el primer aviso de que algo se ha encontrado. ¿Será él (o ella)? se preguntarán con terror, luchando entre el deseo de que al fin termine la duda al encontrar los restos del familiar perdido, y la noticia de que no es, ya que esto les permitirá conservar la esperanza.

Y si ven un signo que les confirme la identificación del desaparecido, el girón de una camisa de tal o cual color, la deformidad de una mano o un pie, ¿se arrojarán a acariciar la osamenta del ser querido o se contendrán mientras los que saben de esto la preparan para retirarla?

Sólo pensar esto es espantoso, cuánto más lo será en la realidad. Quizá por eso los reporteros se limitan a publicar lo que les cuenta la policía en lugar de atreverse a presenciar de manera directa la reacción de las mujeres.

Lo cierto es que forman una legión de heroínas que no hemos valuado como merecen. Debería haber –ojalá me contesten que los hay—grupos benefactores que les lleven tiendas de campaña para refugiarse, atención médica, ropa limpia y alimentos, y sobre todo, seguridad, para que no sean víctimas, como ha sucedido ya, de los mismos criminales que intentan paralizar la búsqueda.

 

¿CERRAR LAS AULAS? ¡NO!

Casi simultáneamente, los académicos sindicalizados de la Universidad de Sonora y los del Instituto Tecnológico de Sonora, demandaron incrementos salariales a sus respectivas autoridades, con el consiguiente emplazamiento de huelga.

La necesidad de aumentar los ingresos de quienes preparan a los futuros profesionales en los planteles de educación superior es permanente y no hay más que reconocerla. Pero está de por medio la instrucción de los estudiantes y el hecho de que apenas comienzan a entreabrirse las aulas y sería contradictorio y altamente perjudicial volverlas a cerrar.

De alguna manera las partes han de compaginar las necesidades materiales con las condiciones económicas que padecemos para encontrar una solución que si no es la deseada por las dos partes, sea la que conviene a los alumnos. Como los dos centros de estudio alojan a la inteligencia sonorense, confiamos en que la encontrarán.

carlosomoncada@gmail.com

 
 

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