Nada mejor que escribir en estas servilletas color tierra con doble hoja de papel reciclable del café de la sirena. Los micro relieves en la superficie rústica otorgan una cierta resistencia al desplazar la punta del bolígrafo con el que escribo estas líneas, mientras mi cabeza no puede eludir los terribles acontecimientos por los que pasa la gente en Ucrania," War is war. The situation is difficult and the mood too", literal (este domingo soleado y frío a las 10 y treinta de la mañana), de mi wasap con una habitante de una ciudad del país eslavo.
Mejor le sigo con mi caligrafía sobre esta servilleta que me recuerda la primera vez que tomé un lápiz para intentar los primeros garabatos el primer año de primaria en la escuela de las maestras Gastelum, allá por 1953.
Había que soltar la mano torpe, amañarla a los primeros letras de los seis años, cuando el cerebro comienza por conectar sus circuitos neuronales y con el tiempo y un ganchito, con la paciencia doble de la maestra y del chamaco tembleque que se inicia en la lecto-escritura sobre la hoja de un cuaderno barato pero con renglones azules que ayudan a conservar la horizontalidad del manuscrito.
Pasarán algunos Equinoccios para arribar a manuscritos de una inteligibilidad sostenida en esta primera herramienta que se aloja en nuestra corteza cerebral sin la cual la civilización no hubiese acudido a la humanidad con todas las caras de la moneda que ésto implica inçluyendo genocidios y la Conquista Espacial, Internet y un infinito de conocimientos para comunicarnos como ninguna especie es capaz de hacer.
¿Cómo será nuestra especie dentro de cien años, la guerra será para entonces solo un atavismo, la pobreza extrema y la criminalidad serán memoria?,
¿O una guerra nuclear habrá producido un planeta gemelo de Marte?
Hasta hoy hemos avanzado en un constante asombro exponencial sin precedente; ¿pero quien decide los hechos que modifican nuestra Historia con parteaguas en los cuales no existe el retorno, y por tanto terminaremos escribiendo con una astilla de carbón?; o bien,
como solía decir una tía emigrada a los USA, "seguiremos viviendo con el Jesús in the mouth".