Hablando de genocidios
Armando Terán Ross
Martes 22 de Marzo de 2022

Julio 31 de 1899

En Sonora los indios yaquis se sublevan. La ley de deslinde de terrenos baldíos y colonización, decretada en 1883 por el gobierno de Manuel González, propicia despojos y crímenes por parte de las compañías deslindadoras extranjeras, por lo que las tribus yaquis de Sonora se levantan en contra del gobierno de Díaz, pues los despojos y atropellos son constantes e insoportables.

Cuando en 1879 los porfiristas se hicieron del poder en Sonora iniciaron una campaña militar para acabar con los yaquis. En el transcurso de la década siguiente se pudieron construir las primeras vías ferroviarias en ese Estado que fortalecían el auge minero.

Cajeme (José María Leyva) encabezó la resistencia de los yaquis en 1875 y durante varios años pudo restaurar las anteriores formas de vida indígena; pero tras varias campañas intensas y brutales, fue derrotado en 1887 por el ejército mexicano y pasado por las armas en Tres Cruces, cerca de Cócorit.

En 1891 el general Marcos Carrillo hizo un llamado a los yaquis en el que decía que “El Supremo Gobierno de la República nunca ha pretendido despojarlos de aquellas tierras que les pertenecen legítimamente a ustedes en el río Yaqui [...] Este mismo gobierno, para mejor asegurar sus propiedades, ha ordenado que la tierra les sea repartida a ustedes... Les ofrezco todas las garantías de la ley que se ofrecen a los buenos ciudadanos, así como la tierra que sean capaces de arar con sus arados...” Reclamar solamente la cantidad de tierra que pudieran cultivar, implicaba que el resto de la tierra sería destinado a otros fines por otras personas, lo cual destruiría su manera de vivir. Muchos yaquis prefirieron el trabajo asalariado que se les ofrecía en las minas, los ferrocarriles y las haciendas; sin embargo, surgió un nuevo líder: Juan Maldonado Tetabiate, quien encabezó a quienes conservaron su espíritu rebelde, e inició una especie de guerra de guerrillas. Entonces, el gobierno porfirista que había experimentado en ellos todos los medios posibles de represión comenzó a deportarlos masivamente.

En 1897 el gobernador Luis Torres, negoció un acuerdo de paz con Tetabiate. Dos años después se rompieron los acuerdos de la llamada “Paz de Ortiz”. Al tomar las armas, los yaquis exponen al general Torres: "Lo que queremos es que los blancos y los soldados se vayan. Si se van voluntariamente, tendrán paz; si no, declararemos la guerra, porque la paz que firmamos en Ortiz tenía por condición que se fueran los blancos y los soldados, y esto no se ha cumplido".

Por este levantamiento los yaquis pretenden expulsar a los colonos blancos y a los soldados; y, a pesar de la muerte de Tetabiate en la masacre de Mazocoba, en enero de 1900, los yaquis se negarán a rendirse y cambiarán sus tácticas guerrilleras. Entonces, el gobierno de Díaz adoptó la deportación masiva hacia el centro y el sur de México de modo sistemático, proceso que durará hasta 1908. El gobernador Rafael Izábal personalmente deportará a unos dos mil yaquis. “La deportación generalizada equivalía a una guerra sin cuartel, una solución equiparable al "exterminio", según palabras del general Torres. Para los yaquis, la deportación será la forma de ataque que estuvo más cerca de quebrar su indomable espíritu. Para el gobierno, la deportación logrará el resultado deseado: agostar la base de apoyo de las guerrillas y, con ello, incapacitarlas para seguir luchando. En enero de 1909, al no tener dónde recurrir en busca de ayuda moral o material y al ver la frontera de Arizona estrictamente patrullada, como nunca lo había estado, debido a la recesión en Estados Unidos, una facción de las guerrillas, comandada por Luís Bule, se rendirá. Otras facciones continuarán resistiendo.

Entre 1900 y 1910 serán deportados más de seis mil yaquis a las haciendas henqueneras y la mayoría morirán de malos tratos, hambre, enfermedad, depresión y suicidio. El proceso de la Revolución de 1910 los salvará del exterminio total, pues cesará la agresión militar en su contra; muchos de los deportados serán liberados por el presidente Madero y volverán a Sonora y después se unirán a las filas de Villa, Maytorena y Obregón en la lucha contra Huerta. Sin embargo, será hasta la llegada a la presidencia de la República del general Cárdenas, cuando se les reconocerá parcialmente su territorio y de algún modo se respetarán sus formas de gobierno.

Fuente: Doralicia Carmona. Memoria política de México

 

 
 

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