Hoy dará la Orquesta Filarmónica de Sonora su primer concierto de temporada en el Teatro de la Ciudad (Casa de la Cultura). En un anuncio promocional que acabo de ver en Face Book hay una línea que dice “Cuota de recuperación $100”-
Siempre he sostenido y sostendré que en los eventos artísticos organizados por el Estado o el Municipio hay que cobrar, no precios altos pero sí razonables y con descuento para ciertos sectores de la población, por ejemplo, personas de la tercera edad y estudiantes con credencial.
Que la autoridad organizadora recupere una parte de lo que invierte constituye la garantía de que tendrá recursos para seguir fomentando el Arte. Pero es importante, además, para que el ciudadano aprenda a valorar lo que se le ofrece. Si quien recibe regalado un libro y se da cuenta al llegar a casa de que lo olvidó en el café, difícilmente volverá por él, “al cabo que era regalado”. Pero quien hizo el gasto, al meno hablará por teléfono a la cafetería para que se lo guarden.
Siempre pongo como ejemplo los conciertos de gala del Festival de Álamos de 1992 con entrada gratuita porque así se había acostumbrado en años anteriores. Fue mi primera experiencia como director del Instituto Sonorense de Cultura, una experiencia decepcionante porque la gente entraba al teatro cuando le venía en gana y se largaba, igualmente, en cualquier momento con ruido de bancas y charlas a media voz que molestaban a los demás.
El siguiente año se cobró, si mal no recuerdo, Quince Pesos y en cuanto dio principio al concierto se cerró la puerta para que no entraran los impuntuales ni salieran los inoportunos. Y nadie se atrevió a ir al sanitario a mitad de una sinfonía o un área operística. Sólo en el intermedio se permitía entrar a los retardados, y eso si habían tenido la paciencia de esperar.
Algo parecido se registró en las funciones de Un Desierto para la Danza, en las que los niños de brazos que llevaba la mamá lanzaban un chillido estruendoso en el momento más dramático de la acción. Prohibida la entrada de niños menores de siete años.
Es pura demagogia decir que hay gente muy pobre que sufre porque quiere ir a un concierto de música clásica o a un recital de danza pero carece de los cincuenta o cien pesos para el boleto. Si hay uno o dos talentos frustrados por eso en los cinturones de pobreza de las ciudades, alguno, digamos, que sufre porque no ha escuchado en años una obra de Beethoven, lo más práctico es regarle el boleto y darle un aventón al teatro. Pero la verdad es que lo que necesitan es trabajo, y de manera inmediata y urgente, comer.
Ahora se ha dado un paso adelante al fijarse un cobro con la etiqueta de “cuota de recuperación”. Que el siguiente sea vender tarjetas de abono para todos los conciertos ya que de antemano se conocen las fechas en que se efectuarán, y terminar con la monserga de ir a procurar boletos un día y hacer otro viaje la noche del concierto o función.
carlosomoncada@gmail.com